viernes, 15 de noviembre de 2019

DIEZ ESCRITORAS CANARIAS

Como sabemos, la historia de la literatura canaria escrita por mujeres es una historia silenciada. En esta segunda parte, volvemos con otra lista necesaria, aunque parcial (inevitable de las listas), de diez representantes de las letras de nuestro archipiélago. Si no has leído la primera entrega, puedes descubrir a otras diez escritoras canarias aquí.

Victorina Bridoux (1835-1862)

Victorina Bridoux escritoras canarias
Hija de la poetisa y dramaturga gaditana Ángela Mazzini, Victorina Bridoux nació en Manchester, después se mudó a Cádiz y finalmente llegó a Santa Cruz de Tenerife con 20 años de edad. Como era imperativo en la época, compaginó su oficio de escritora con el de esposa y madre durante toda su vida.
Publicó composiciones literarias en gran cantidad de periódicos locales. Murió con apenas veintisiete años por un brote de fiebre amarilla que estalló en la isla. No consiguió terminar las tres novelas en las que estaba trabajando antes de su fallecimiento, pero sí que pudo con el libro de poemas Lágrimas y flores.
La filóloga Yolanda Arencibia califica sus versos de “juveniles y vehementes, no carentes de ligereza y gracia”, mientras que para el poeta José Manuel Romero y Quevedo en cada uno de ellos “está su corazón y este es su mayor mérito”. En ello coincide la poetisa María Rosa Alonso al resaltar el “hondo valor humano” como la mejor de sus virtudes:
Y siempre, siempre aquí, llevo esculpida
la extraña nota de misterios llena
¡formando parte de mi misma vida!
¡formando parte de mi misma pena!
Por eso cuando exhalo mi lamento,
o cuando pulso mi doliente lira,
hay dos ecos de amor en un acento
y dos suspiros si mi amor suspira.
(…)

Chona Madera (1901-1980)

Chona Madera
Asunción Madera firmaba como Chona. Nació en Las Palmas de Gran Canaria y trabajó como periodista en distintos periódicos del archipiélago, entre ellos El Día. Su obra poética, que publicó en revistas literarias como Mujeres en la isla, Gánigo o Mensaje, le hizo merecedora del Premio Tomás Morales.
La crítica literaria enmarca parte de sus escritos en la poesía social de la posguerra, mientras que con otros, como veremos en este fragmento de “El silencio”, plasma sus propios sentimientos con sobriedad:
El silencio
es el inmenso palacio
por el que ando despacio.
El silencio
(que no tiene barreras)
nunca me dice: Espera.
El silencio,
que no es primavera,
ni es verano,
ni otoño,
ni es invierno siquiera,
que no es nada –para tantos-
constituye mi encanto.
El silencio
no me tiene por rara.
Es mi mejor amigo,
mi palabra más clara.
Un tema recurrente en los poemas de Chona, que perdió a su madre y a sus dos hermanas mientras vivía, es la muerte y el dolor que le provoca. Y otro, según la periodista y escritora Saro Díaz, es la rebelión contra esa creencia de que las mujeres sólo pueden realizarse “perdiéndose a sí mismas en un abismo de deberes sociales y domésticos”.

Inocencia Páez (1927-2007)

Inocencia Páez
Inocencia Páez amaba a La Graciosa y La Graciosa la amaba a ella. Nació en la recientemente declarada “octava isla canaria”, que no islote, y allí residió hasta su muerte. No tuvo nunca estudios de literatura, pero empezó a escribir versos desde los doce años. Su fuente de inspiración era su propia tierra, su propia vida y la de su vecindario.
MI ISLA, MI SUEÑO
Eres mi isla Graciosa
tan bonita y tan pequeña
que voy a hacerte una cuna
para yo mecerte en ella
y te cantaré una nana
con una voz de sirena
y un dulce sueño te envuelve
a la luz de las estrellas
y soñarás tantas cosas
que no dices lo que sueñas
por temor de que el futuro
no sea como tu quisieras
(…)
Decía Inocencia Paéz que la poesía era “la mejor forma que tengo de expresar lo que siento’. Su obra está publicada en los libros Poemas y El alma de una Isla. Hoy en día el Centro Socio-cultural de La Graciosa lleva su nombre.

Nivaria Tejera (1930-2016)

Nivaria Tejera escritora canaria
La madre de Nivaria Tejera era cubana, y el padre canario. La infancia de esta escritora estará marcada por la Guerra Civil y el encarcelamiento de su padre. Cuando lo liberan en 1944, toda la familia se muda a Cuba. Allí publica poesía en revistas cubanas de prestigio y en su libro Luces y piedras (1949), hasta que en 1958 sale a la luz su primera novela, El barranco, con gran acogida internacional, sobre todo en Francia. Considerada como la primera novela escrita en español sobre la Guerra Civil y las cárceles franquistas, narra los dolorosos años de encierro de su padre desde los ojos de la niña que fue:
(…) Allá marchan los camellos en fila enorme, camino de la montaña. Encorvados desde el África. Parecen riscos. Van a paso lento, mirando al suelo sin cesar. Pero vienen del desierto y traen las vejigas fuera. Allí almacenan el agua para las jornadas largas, por donde no hay ni una aulaga que les sirva de alimento. La aulaga es una planta que da flores y espinas grandes. «El aire es aburrido, la arena es un misterio», pensarán ellos. De sus hocicos rosados parece salir una fuente y a la vez un desierto. «Estos dromedarios», dice abuelo, «son más duros que mi paleta.» Y es un acontecimiento, entre los camiones de guerra y los árboles, mirarlos desaparecer a lo lejos, siempre más a lo lejos, hasta donde sus patas de piedra lleguen, transportando armamentos, transportando sus jorobas. (…)
Más adelante, en 1971, su novela Sonámbulo del sol recibió, por decisión de un jurado en el que figuraba Juan Rulfo, entre otros, el Premio Seix Barral de Biblioteca Breve. Además de la poesía y narrativa, Tejera practicó el ensayo e incluso la pintura.

Natalia Sosa Ayala (1938-2000)

Natalia Sosa Ayala
De Natalia Sosa Ayala, oriunda de la capital canariona, hija del escritor Juan Sosa Suárez, se suele decir que no está reconocida como se merece. Según la doctora en Filología Hispánica Blanca Hernández Quintana, la explicación radica en que “en Natalia Sosa se junta la insularidad, ser mujer y homosexual en tiempos de la posguerra. Lo tenía todo en contra”. Condenada al ostracismo y frustrada en la expresión de su identidad, Natalia dejaría constancia de su tormento en versos como el de Muchacha sin nombre:
No me llamo Natalia.
Jamás nací.
O si nací fue muerta.
El sol extendía sus primeros rayos
por una madrugada fatídica de marzo.
Mas no era yo la que su luz bebía.
Yo no existí jamás.
A lo sumo fui venas, manos, sangre,
un corazón pequeño y precintado
pero no fui jamás destinada a ser alguien.
Mi nombre, yo, Natalia,
estará inscrito en un papel cualquiera, en labios que no saben lo que hablan,
en tardes remotísimas y ausentes,
acaso,
en el tiernísimo corazón de alguien.
Mas yo, yo no soy yo,
no soy Natalia.
Muchacha sin nombre (1980) fue también el primer libro de poemas de los cinco que publicaría en total. En cuanto a narrativa, después de Stefanía (1959), que salió a la luz cuando tenía solo 17 años, vendrían otras tres novelas. Todo esto, además, compaginado con cuentos, crítica literaria y artículos de opinión en revistas como Guiniguada y periódicos como La Provincia.

María Padrón (1942)

María Padrón escritoras canarias
Aunque nació en Gran Canaria, María Padrón es hija de padres herreños, por lo que esta isla ha sido siempre su segundo hogar. Según el escritor José Quintana, Padrón “siente la necesidad de recuperar la memoria de El Hierro, la de la geografía heredada”, y lo hace tanto a través de la fotografía como de la poesía:
¿QUIÉNES ERAN?
Os busco en hondonadas de barrancos,
os busco en las montañas;
os percibo en el ondular de la hierba
que enraíza el camino,
descendiente, como yo de vosotros,
de aquella otra que vivió en vuestros pasos.
¿Erais hombres de la conquista?
El invasor aguerrido…
¿Erais hombres Bimbaches?.
el nativo de noble corazón
y verdad en la palabra.
¿Quiénes eran?
¿Quiénes fueron los hombres
que sembraron mi vida
al amor de esta tierra?
Además de La última tierra (2004), libro al que pertenece el poema anterior, Padrón ha publicado varios libros, de entre los que podemos nombrar Con la voz del viento (1987) o Todo hombre es hombre (2017).

María Jesús Alvarado (1960)

María Jesús Alvarado escritora canaria
AMOR
Son las tres y te miro hace rato
mientras duermes a la vera de mis miedos
Me pregunto qué sueñas,
cómo hacerte feliz cuando despiertes.
Pienso que, si creciera la noche,
buscaría presentes imposibles:
auroras boreales con olor a romero,
lagos nevados bajo un sol
de rayos esmeraldas,
una sonata junto al mar
bañada por doce lunas nuevas…
Sólo tengo mi vida para darte.
Todo el mundo y más,
y mucho más,
y más si hubiera,
traería para ti esta madrugada.
Y aún así sería nada
junto a todo este amor
que se acurruca
entre mi insomnio
y tu almohada
Además de haber publicado varios libros de poesía, como Extraña estancia (2006), Geografía accidental (2010) o Habitación 241 (2018), y otros en prosa, como Suerte Mulana (2002), Sorimba (2012) o El principito ha vuelto (2015), María Jesús Alvarado es también directora teatral y guionista y directora de documentales como La puerta del Sáhara (2006) o Sanmao. La vida es el viaje (2018).
Los padres de Alvarado trabajaban como docentes en el Sahara Occidental, y allí se crió ella, viviendo las experiencias que determinarían gran parte de su obra posterior. Algunos la definen como una “activista incansable en el ámbito de las letras”, y no es para menos: a finales de los 70 impulsó, junto a otros escritores, la revista literaria Puentepalo, que hoy en día es una editorial independiente en la que ella es responsable de la colección de poesía; ha recorrido centros escolares de Canarias rescatando cuentos de la tradición oral junto con Ana Cristina Herreros; y además pertenece al colectivo Escritores por el Sáhara desde el que tratan de visibilizar la memoria y cultura del pueblo saharaui.

Yolanda Delgado (1967)

Yolanda Delgado
Yolanda Delgado vive en Francia, pero nació entre la calima y bajo la panzaburro de Las Palmas de Gran Canaria:
(…) Aparte de camélidos, el Sáhara solía enviarnos lluvias de arena. La isla entera quedaba flotando. En un sueño dulce, Gran Canaria navegaba en oro marino, y a nosotros la garganta se nos cerraba y nuestros pulmones, con el respirar cansado, se hacían pequeños dentro del pecho. Nos faltaba el aire. Y la gente caminaba despacio, sudaba lento, hablaba pesado, amaba despacio o no amaba.
Cuando la calima peregrinaba, la vida volvía a ser la de antes, y por unos días, un azul límpido brillaba por encima de las torres de la Catedral. No era más que un cielo engañoso, traicionero y provisional, desaparecía en cuanto las nubes recuperaban su dominio, posándose sobre nuestras cabezas una panza de pollino, contagiando el ánimo con su grisura, y que yo procuraba mirar lo menos posible. Cierta sensación de pérdida fue cuajando dentro de mí. Padecía episodios de “a-isla-miento” de los que hablaba Unamuno para referirse al carácter del isleño. La “magua” fue echando raíces de roca. Dolía hacia adentro. La melancolía creció en un paraíso donde reinó un sol dubitante. Como la felicidad, fue ave de paso. (…)
Este fragmento de Exploradores del aire es una de las breves historias que integran su libro Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa (2018). Además de ser autora también de los otros volúmenes de relatos La isla de las palabras desordenadas (2011) y Puro Cuento (2016), Yolanda Delgado ha sido traductora, editora literaria y periodista cultural en suplementos como «El Perseguidor» (del Diario de Avisos de Tenerife) o periódicos como el Washington Post. También ha trabajado en la televisión como guionista, documentalista, redactora y directora de contenidos.
Escribe lentamente porque “cada frase es un mundo de posibilidades”, y usa el humor para reconciliarse con el mundo y como “un ejercicio higiénico fundamental para conservar la salud”.

Tina Suárez (1971)

Tina Suárez
La grancanaria Tina Suárez ha publicado poemas en revistas literarias nacionales e internacionales, en importantes antologías y en más de una decena de libros. El académico Joaquín Aguirre la describe como “la poesía de la fiereza, antes que el canto dulce e hipnótico de la seducción. Adiós a la primavera, a los cisnes, a las flores, a las princesas…”.
Ella misma señala que temas como el paso del tiempo, el amor o la muerte convierten sus versos “no solo en ese espacio ideal para exorcizar mis íntimos demonios sino también para conjurarlos”. Para ello se vale de ciertas dosis de ironía y de experimentación lingüística: “a mí me gusta jugar, y al fin y al cabo, la poesía es, ante todo, un ejercicio de lenguaje”.
DESAPERCIBIDA
Aunque es probable que jamás te hayas dado cuenta
hay un beso mentolado uncido a tus labios
un ayer reflectante en tu ojo derecho
una díscola costumbre en tu mano zurda
una vaga caricia más allá de tus gatos
una góndola perdida entre tu correspondencia
un poco de laurisilva sobre tu tostada
un mapa de samotracia enterrado en tu huerto
una cítara colgada dentro de tu ropero
un fanal encendido del pasillo a tu alcoba
una rama de espliego cerca de tu almohada
un llave apolínea debajo de tu alfombra
un nombre que gorgonea al final de tu agenda.
Aunque es probable que jamás te hayas dado cuenta
hay una mujer sentada a la puerta de tu casa.

Aida González Rossi (1995)

Aida González Rossi escritoras canarias
Aida González nació en Santa Cruz de Tenerife, donde también ha ejercido como periodista. Ha sido colaboradora, guionista, directora o presentadora de diversos programas de radio, y sus poemas han sido publicados en revistas, webs, fanzines… o, en su blog personal, La Ciudad. En 2017, con su cuento Casas, desiertos o bosques se hizo con el Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve de la Universidad de La Laguna.
En su obra, Aida trata tabúes ligados a la feminidad y al cuerpo, como la menstruación, entre muchos otros temas que van sucediéndose en “una montaña de oraciones obsesivas que se hilan, se destejen, se enfrentan, se desordenan, se ordenan…”. En Internet, el nick de la autora siempre ha sido el de caótica: “ordenar es conocer, aceptar, y yo escribo para contemplar el caos y también las heridas que el caos provoca. Utilizo para mí el adjetivo “caótica” porque respeto profundamente el caos. ¿Qué saco de él? A mí misma”.
El fragmento con el que nos despedimos de esta lista de escritoras canarias pertenece al poema Las lámparas del café siete, que Aida dedica a la poetisa tinerfeña Andrea Abreu López:
(…) nos tumbamos en la cama y la cama es tiempo y nosotras no somos chicas sino cosas que van a despegarse y que se miran de un avión a una isla estoy en una isla el mar me hace sentir sudada me rozo lo muslos con la sal y con los rabos de las algas si quiero matarme me clavo a una penca y tú cómo lo haces si allí no hay cistitis ni alaridos ni volcanes ni aulagas y las casas son tan blancas y los huesos amarillos y los soles secos y más altos estás en un avión pero no estás en un avión estás en otro sitio y yo eso no lo entiendo porque los tickets del tranvía me laten como lombrices como lombrices en el culo pero no las he tenido y quiero preguntarte si me vas a querer siempre o si la ciudad es piche y hierba y suda y gira entre unos dientes que no te muerden si la ciudad vuela con los ojos cerrados y tú caminas con los ojos cerrados y el camino hasta mi casa lleva hasta otra casa y la perra no llora y acaricias las frutas y no te picas andrea y no te picas… (…)

Bibliografía empleada

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