sábado, 5 de diciembre de 2015

Homenaje a los antiguos Barberos en la III Fiesta de Las Tradiciones Satauteñas



En el transcurso de la III Fiesta de las Tradiciones Satauteñas 2015 .El proxímo Domingo 13 de Septiembre,la Asociación Sociocultural Aran Canarias rendíra homenaje a los antiguos barberos de la Villa de Santa Brígida.
En  la Glorieta del Parque Municipal se recrearan las antiguas barberías de la villa, su historia y utensilios.
  

Los González, pasión por el corte de pelo
Esta familia radicada en la Villa ha generado una saga de barberos y peluqueras desde el pasado siglo XX


Pedro Socorro Santana
Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida



González es un apellido muy común en Gran Canaria, pero en el caso de una familia de Santa Brígida es algo más que un elemento de un DNI o del ADN de este clan. La pasión por el corte de pelo de esta familia se inicia en la década de 1930 del siglo pasado y ha pasado de padres a hijos y hoy día son una saga con negocios abiertos en el pueblo. Uno de los barberos más conocido en la Villa de aquella década fue don José González Melián quien, con la misma precisión y pulso que un cirujano, tanto cortaba el pelo como quitaba muelas o ponía inyecciones.
Su negocio lo tenía en lo bajo de una casa de la calle Real, muy cerca de la iglesia, y en aquel tiempo se convirtió en el lugar de encuentro de la oralidad, los chismes y la información de los vecinos al ritmo frenético de las tijeras. Aunque en plena dictadura franquista aquella institución rural adquirió un carácter subliminal que le hacía especialmente atrayente. Como no se podía hablar de política ni de nada comprometido, maestro González debía decir las cosas que ocurrían sin decirlas, silenciar con inequívoca elocuencia o prodigar la múltiple interpretación entre sus contertulios. Y en eso determinados barberos eran verdaderos maestros, discretos, además, en las confidencias que les hacían los clientes, pues un comentario desfavorable que hiciere sobre cualquier familia podría acarrearle algún disgusto y aligerarle la clientela.
El oficio se transmitía de generación en generación, de modo que un aspirante comenzaba de aprendiz con un maestro barbero, habitualmente su propio padre, e iba adquiriendo el conocimiento de todos los secretos del oficio. Así aprendieron con maestro Antonio Muñoz, otro conocido barbero del pueblo de la década de 1950, los tres hermanos: Dámaso, Antonio y José González Padrón, convirtiéndose en una de las familias de barberos más conocidas de esta Villa.
En la foto de la izquierda, Dámaso González Padrón, pela al vecino Fernando Ventura; al fondo el barbero Jacinto Suárez arregla el cabello a un joven Benito Troya, conocido carpintero satauteño, en la década de 1950. En la otra imagen, Dámaso afeita a uno de sus clientes más fieles, José Ventura Socorro, hacia 1996 (fondo familia González/Pedro Socorro). 

Antonio González arregla el pelo a su hijo Antonio Carlos, futuro peluquero, en los años sesenta en la barbería de El Tejar, donde entonces residía. A la derecha, Antoñito, ya jubilado, convertido en legítimo campanero de la carroza de El Calvario (fondo familia González).



En la imagen, Pepín González Padrón en la barbería del Muelle Grande, en la ciudad, en 1959 (fondo familiar).
Allí trabajaron juntos hasta que cada uno decidió emprender su camino. Dámaso en Las Casillas, Antonio en la zona de El Tejar y José (Pepín) en la plaza de Tafira, en la barbería de Juan Manuel Socorro. Pero un buen día los hermanos mayores se juntaron para ejercer la profesión en un establecimiento cercano a la iglesia que antes había ocupado el barbero José González, cuñado de Antonio. El buen carácter y las reservas en el diálogo de estos hermanos favorecían el acercamiento de muchos vecinos hasta el nuevo negocio. Dámaso y Antonio se convirtieron en los barberos más populares del pueblo en aquella época, dejando entrañables recuerdos entre sus clientes y amigos pero, también, en muchos matrimonios, pues cada vez que una pareja acudía a la iglesia para tramitar el expediente religioso y le faltaban los imprescindibles testigos, el párroco don Ramón se acercaba a la barbería y lograba que los respetables barberos rubricaran con sus firmas el acta que consolidaba el futuro matrimonio, al menos sobre el papel.
Pepín González Padrón, el miembro menor de la saga, que hoy cuenta con 75 años de edad, recuerda que el sueldo de su primer empleo era poco, aunque era consciente de que todavía le faltaba mucho que aprender sobre el arte del oficio. Él no tenía más de 13 años, pero fue la primera vez que empezaba a cotizar en la Seguridad Social. Para entonces, muchos de los clientes, nos dice, «eran abonados; es decir, pagaban al mes una peseta y tenían derecho a dos afeitadas a la semana, una limpieza de cuello y un corte de pelo», de acuerdo con la costumbre popular y las necesidades de la época. Al poco tiempo se enroló en una peluquería del Muelle Grande, propiedad del talayero Adriano Peñate; y de ahí recorrió otros dos destinos profesionales en la ciudad, en la Peluquería Facaro y el salón estético Peluquería Pepín, frente al Estadio Insular, antes de volver a casa y jubilarse con 52 años de servicio.
El oficio de barbero continuó, no obstante, heredándose entre los descendientes de esta familia, pues Antonio José González, el hijo homónimo del entrañable vecino de El Calvario abrió hacia 1982 una moderna peluquería en la actual calle Gonzalo Medina. A ella entraron los progresos de la técnica, nuevos estilos de cortes que mejoraban la estética masculina, las revistas más ilustradas, aparadores de madera con productos de cuidado facial y, también, las mujeres. La Peluquería Antonio’s se convirtió de este modo en el primer negocio del pueblo que cortaba el cabello tanto a los varones como a las féminas, que entonces era como una concesión a la modernidad. Allí comenzaron su carrera profesional Ana Tere Socorro López-Pozuelo, en 1984, y Karina Hernández Santana, poco después, dos jóvenes que emprendieron su aventura empresarial, abriendo sus respectivas peluquerías en el mismo casco urbano.
Otros miembros de la saga González mantuvieron la tradición familiar. Animada por sus padres, ya jubilados, Lidia González Suárez, la hija de Dámaso, y Asunción (Asu) González Peñate, la primogénita de Pepín, decidieron abrir sus propios negocios en el casco de Santa Brígida, una en la calle Circunvalación (Peluquería de Señoras Lidia) y la otra en la calle Nueva (La Barbería), frente al antiguo cine.   

La peluquería Antonio’s a comienzos de la década de 1980. En primer término puede verse a Antoñito González arreglando el pelo al entonces cliente Eduardo Pérez, actual peluquero. Detrás su hijo Antonio, y las peluqueras Ana Tere Socorro y Karina Hernández Santana, actuales peluqueras (fondo familiar).  

Barbería Sataute
Y como el oficio de barbero va de familia, otros dos hermanos, vecinos de El Gamonal, trabajaron codo a codo en uno de los establecimientos más genuinos de aquella época, pero que lamentablemente cerró sus puertas en el año 2011. Se trata de la Barbería Sataute, situada en la planta baja de una casa antigua de la calle Real (nº 8), en una de las mejores esquinas de la población. Al frente de la misma estaban, ocupados en su quehacer rutinario, los hermanos José (Pepe) y Juan Rodríguez Ventura. Antes, hacia 1960, había ejercido ahí su profesión el barbero José Pérez Pérez, quien debió acondicionar el inmueble, ya que con anterioridad acogía las virutas de la carpintería de maestro Manuel Rivero.



Antigua barbería de maestro José Pérez y su empleado Paco, en primer término, en la calle Real, donde luego se instaló la barbería Sataute (fondo del autor).


Pepe Rodríguez, el mayor de los hermanos, empezó en la profesión de la mano del maestro Antonio Muñoz cuando todavía era un niño de 12 años y nunca se separó de sus tijeras. De regreso a Santa Brígida,  tras un periplo por algunas peluquerías de la ciudad, se instaló allí en 1977 para ayudar a su socio Fermín, hijo del barbero José Pérez, que se había jubilado. En ese establecimiento pudo disfrutar de una clientela conocida y fiel que animaba sus sueños gracias a las hojillas y las afeitadas. Pero cinco años después se produjo la inesperada muerte de Fermín. Lo había sorprendido un infarto cuando contaba con solo 35 años, por lo que, ya al frente del negocio, Pepe enseñó a su hermano Juan los secretos de la profesión en aquellos buenos tiempos para cualquier trabajo. Y aunque Juan carecía de experiencia aprendió pronto los manejos del oficio y con un entusiasmo tan generoso que la Barbería Sataute se convirtió pronto en un clásico en la Villa, donde era costumbre afeitarse a navaja dos veces a la semana y pelarse una vez al mes.



Los dos barberos hermanos de la antigua Barbería Sataute, en la calle Real, hoy cerrada. A la izquierda, Pepe y, a la derecha, una de las últimas imágenes de su hermano Juan Rodríguez Ventura, antes de su fallecimiento (P.S./Imagen tomada de Televisión Canarias).


Hasta allí llegaban de los barrios más alejados muchas personas mayores con el cachorro puesto para someterse al corte clásico, pero donde también se realizaban los cortes más variopintos para contentar a los clientes más jóvenes. Los hermanos trabajaron unidos hasta el fallecimiento de Juan, el 29 de abril de 2011. Cinco meses después, Pepe decidió echar el cerrojo a su famosa barbería. Tenía 67 años y había ejercido la profesión durante 35 años ininterrumpidamente.
Nuevos negocios
En la actualidad, las viejas barberías han sido reemplazadas por peluquerías unisex y salones de bellezas, cuyos profesionales deben ser artistas muy hábiles, dispuestos a aceptarlo todo en materia del cuidado del cabello y de la barba de los hombres, gracias a las exigencias de la moda. En la calle Nueva abrió en el año 2002 la peluquería de caballeros de Eduardo Pérez Díaz, aventajado alumno de la escuela de la saga González con más de treinta años de servicio. Ahora se ha trasladado a un local más grande, en la calle Manuel Hernández Muñoz, donde la luz ilumina varias fotografías antiguas que cuelgan de la pared. Y en 2009 se inauguró La Barbería, un establecimiento bellamente decorado, inspirado en la atmósfera de los sesenta, que atiende la amable y diligente Asu, la hija de Pepín, y que recuerda el espíritu de las barberías de antaño como espacio de encuentro vecinal, donde el vello facial sigue teniendo protagonismo especial y se cuida de las barbas como parte de su identidad.
Eduardo Pérez Díaz atiende a un cliente en su peluquería. En la imagen de la derecha, Pepín González junto a su hija Asu, propietaria de La Barbería, con dos conocidos clientes (fotógrafo: P.S.).


En cada rincón de La Barbería pueden verse todos los instrumentos que emplea en su trabajo, pero también de otras reliquias que llegaron del pasado, como el pequeño maletín con los objetos que usaba maestro Lorenzo, otro popular barbero de Las Meleguinas, o uno de los sillones más modernos de la época de los sesenta, una reliquia que heredó de Antoñito González, miembro destacado de este clan familiar. La tradición vuelve así con barberos del siglo XXI. Son los modernos testimonios de aquellas entrañables barberías oscuras y polvorientas del pasado a las que se iba a todo lo divino y humano, y donde era posible celebrar un espontáneo y natural pleno corporativo sin más pelos en la lengua que los que pudieran colarse de la cabellera del cliente.
Barbero
                                                       (Eliseo Diego, poeta cubano)

Habla, sentencia, juzga, opina,
Dice qué es y qué no es.
Las tijeras, frenéticas, aplauden
Más y más cada vez.
Vuela el cabello con las briznas
Del tiempo roto en el reloj.
Perdura el coro: las tijeras
Entre el espejo -eternas- y su voz.

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