sábado, 5 de diciembre de 2015

Santa Brígida: III FIESTA DE LAS TRADICIONES SATAUTEÑAS


El próximo domingo 13 de diciembre, celebraremos en el Parque Municipal, la III FIESTA DE LAS TRADICIONES SATAUTEÑAS, organizada por la Asociación Sociocultural Aran Canarias- Federación de Asociaciones Tasaute. 

El Parque Municipal,  la zona exterior del Espacio Joven de Santa Brígida  y de la Finca El Galeón, se convierte el Domingo 13 de Diciembre en un gran escenario al aire libre., La Artesanía, los oficios y las labores tradicionales satauteñas son recreadas gracias a la iniciativa de la Asociación  Sociocultural Aran Canarias y la Federación de Asociaciones Tasaute
Un día grande para nuestra artesanía y  tradiciones. La cultura vitivinícola, pasacalles, deportes y juegos autóctonos tales como: el salto del pastor, el juego del palo, el envite o la bola canaria, junto a la Trilla con caballos son algunas de las actividades previstas.













Homenaje a los antiguos Barberos en la III Fiesta de Las Tradiciones Satauteñas



En el transcurso de la III Fiesta de las Tradiciones Satauteñas 2015 .El proxímo Domingo 13 de Septiembre,la Asociación Sociocultural Aran Canarias rendíra homenaje a los antiguos barberos de la Villa de Santa Brígida.
En  la Glorieta del Parque Municipal se recrearan las antiguas barberías de la villa, su historia y utensilios.
  

Los González, pasión por el corte de pelo
Esta familia radicada en la Villa ha generado una saga de barberos y peluqueras desde el pasado siglo XX


Pedro Socorro Santana
Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida



González es un apellido muy común en Gran Canaria, pero en el caso de una familia de Santa Brígida es algo más que un elemento de un DNI o del ADN de este clan. La pasión por el corte de pelo de esta familia se inicia en la década de 1930 del siglo pasado y ha pasado de padres a hijos y hoy día son una saga con negocios abiertos en el pueblo. Uno de los barberos más conocido en la Villa de aquella década fue don José González Melián quien, con la misma precisión y pulso que un cirujano, tanto cortaba el pelo como quitaba muelas o ponía inyecciones.
Su negocio lo tenía en lo bajo de una casa de la calle Real, muy cerca de la iglesia, y en aquel tiempo se convirtió en el lugar de encuentro de la oralidad, los chismes y la información de los vecinos al ritmo frenético de las tijeras. Aunque en plena dictadura franquista aquella institución rural adquirió un carácter subliminal que le hacía especialmente atrayente. Como no se podía hablar de política ni de nada comprometido, maestro González debía decir las cosas que ocurrían sin decirlas, silenciar con inequívoca elocuencia o prodigar la múltiple interpretación entre sus contertulios. Y en eso determinados barberos eran verdaderos maestros, discretos, además, en las confidencias que les hacían los clientes, pues un comentario desfavorable que hiciere sobre cualquier familia podría acarrearle algún disgusto y aligerarle la clientela.
El oficio se transmitía de generación en generación, de modo que un aspirante comenzaba de aprendiz con un maestro barbero, habitualmente su propio padre, e iba adquiriendo el conocimiento de todos los secretos del oficio. Así aprendieron con maestro Antonio Muñoz, otro conocido barbero del pueblo de la década de 1950, los tres hermanos: Dámaso, Antonio y José González Padrón, convirtiéndose en una de las familias de barberos más conocidas de esta Villa.
En la foto de la izquierda, Dámaso González Padrón, pela al vecino Fernando Ventura; al fondo el barbero Jacinto Suárez arregla el cabello a un joven Benito Troya, conocido carpintero satauteño, en la década de 1950. En la otra imagen, Dámaso afeita a uno de sus clientes más fieles, José Ventura Socorro, hacia 1996 (fondo familia González/Pedro Socorro). 

Antonio González arregla el pelo a su hijo Antonio Carlos, futuro peluquero, en los años sesenta en la barbería de El Tejar, donde entonces residía. A la derecha, Antoñito, ya jubilado, convertido en legítimo campanero de la carroza de El Calvario (fondo familia González).



En la imagen, Pepín González Padrón en la barbería del Muelle Grande, en la ciudad, en 1959 (fondo familiar).
Allí trabajaron juntos hasta que cada uno decidió emprender su camino. Dámaso en Las Casillas, Antonio en la zona de El Tejar y José (Pepín) en la plaza de Tafira, en la barbería de Juan Manuel Socorro. Pero un buen día los hermanos mayores se juntaron para ejercer la profesión en un establecimiento cercano a la iglesia que antes había ocupado el barbero José González, cuñado de Antonio. El buen carácter y las reservas en el diálogo de estos hermanos favorecían el acercamiento de muchos vecinos hasta el nuevo negocio. Dámaso y Antonio se convirtieron en los barberos más populares del pueblo en aquella época, dejando entrañables recuerdos entre sus clientes y amigos pero, también, en muchos matrimonios, pues cada vez que una pareja acudía a la iglesia para tramitar el expediente religioso y le faltaban los imprescindibles testigos, el párroco don Ramón se acercaba a la barbería y lograba que los respetables barberos rubricaran con sus firmas el acta que consolidaba el futuro matrimonio, al menos sobre el papel.
Pepín González Padrón, el miembro menor de la saga, que hoy cuenta con 75 años de edad, recuerda que el sueldo de su primer empleo era poco, aunque era consciente de que todavía le faltaba mucho que aprender sobre el arte del oficio. Él no tenía más de 13 años, pero fue la primera vez que empezaba a cotizar en la Seguridad Social. Para entonces, muchos de los clientes, nos dice, «eran abonados; es decir, pagaban al mes una peseta y tenían derecho a dos afeitadas a la semana, una limpieza de cuello y un corte de pelo», de acuerdo con la costumbre popular y las necesidades de la época. Al poco tiempo se enroló en una peluquería del Muelle Grande, propiedad del talayero Adriano Peñate; y de ahí recorrió otros dos destinos profesionales en la ciudad, en la Peluquería Facaro y el salón estético Peluquería Pepín, frente al Estadio Insular, antes de volver a casa y jubilarse con 52 años de servicio.
El oficio de barbero continuó, no obstante, heredándose entre los descendientes de esta familia, pues Antonio José González, el hijo homónimo del entrañable vecino de El Calvario abrió hacia 1982 una moderna peluquería en la actual calle Gonzalo Medina. A ella entraron los progresos de la técnica, nuevos estilos de cortes que mejoraban la estética masculina, las revistas más ilustradas, aparadores de madera con productos de cuidado facial y, también, las mujeres. La Peluquería Antonio’s se convirtió de este modo en el primer negocio del pueblo que cortaba el cabello tanto a los varones como a las féminas, que entonces era como una concesión a la modernidad. Allí comenzaron su carrera profesional Ana Tere Socorro López-Pozuelo, en 1984, y Karina Hernández Santana, poco después, dos jóvenes que emprendieron su aventura empresarial, abriendo sus respectivas peluquerías en el mismo casco urbano.
Otros miembros de la saga González mantuvieron la tradición familiar. Animada por sus padres, ya jubilados, Lidia González Suárez, la hija de Dámaso, y Asunción (Asu) González Peñate, la primogénita de Pepín, decidieron abrir sus propios negocios en el casco de Santa Brígida, una en la calle Circunvalación (Peluquería de Señoras Lidia) y la otra en la calle Nueva (La Barbería), frente al antiguo cine.   

La peluquería Antonio’s a comienzos de la década de 1980. En primer término puede verse a Antoñito González arreglando el pelo al entonces cliente Eduardo Pérez, actual peluquero. Detrás su hijo Antonio, y las peluqueras Ana Tere Socorro y Karina Hernández Santana, actuales peluqueras (fondo familiar).  

Barbería Sataute
Y como el oficio de barbero va de familia, otros dos hermanos, vecinos de El Gamonal, trabajaron codo a codo en uno de los establecimientos más genuinos de aquella época, pero que lamentablemente cerró sus puertas en el año 2011. Se trata de la Barbería Sataute, situada en la planta baja de una casa antigua de la calle Real (nº 8), en una de las mejores esquinas de la población. Al frente de la misma estaban, ocupados en su quehacer rutinario, los hermanos José (Pepe) y Juan Rodríguez Ventura. Antes, hacia 1960, había ejercido ahí su profesión el barbero José Pérez Pérez, quien debió acondicionar el inmueble, ya que con anterioridad acogía las virutas de la carpintería de maestro Manuel Rivero.



Antigua barbería de maestro José Pérez y su empleado Paco, en primer término, en la calle Real, donde luego se instaló la barbería Sataute (fondo del autor).


Pepe Rodríguez, el mayor de los hermanos, empezó en la profesión de la mano del maestro Antonio Muñoz cuando todavía era un niño de 12 años y nunca se separó de sus tijeras. De regreso a Santa Brígida,  tras un periplo por algunas peluquerías de la ciudad, se instaló allí en 1977 para ayudar a su socio Fermín, hijo del barbero José Pérez, que se había jubilado. En ese establecimiento pudo disfrutar de una clientela conocida y fiel que animaba sus sueños gracias a las hojillas y las afeitadas. Pero cinco años después se produjo la inesperada muerte de Fermín. Lo había sorprendido un infarto cuando contaba con solo 35 años, por lo que, ya al frente del negocio, Pepe enseñó a su hermano Juan los secretos de la profesión en aquellos buenos tiempos para cualquier trabajo. Y aunque Juan carecía de experiencia aprendió pronto los manejos del oficio y con un entusiasmo tan generoso que la Barbería Sataute se convirtió pronto en un clásico en la Villa, donde era costumbre afeitarse a navaja dos veces a la semana y pelarse una vez al mes.



Los dos barberos hermanos de la antigua Barbería Sataute, en la calle Real, hoy cerrada. A la izquierda, Pepe y, a la derecha, una de las últimas imágenes de su hermano Juan Rodríguez Ventura, antes de su fallecimiento (P.S./Imagen tomada de Televisión Canarias).


Hasta allí llegaban de los barrios más alejados muchas personas mayores con el cachorro puesto para someterse al corte clásico, pero donde también se realizaban los cortes más variopintos para contentar a los clientes más jóvenes. Los hermanos trabajaron unidos hasta el fallecimiento de Juan, el 29 de abril de 2011. Cinco meses después, Pepe decidió echar el cerrojo a su famosa barbería. Tenía 67 años y había ejercido la profesión durante 35 años ininterrumpidamente.
Nuevos negocios
En la actualidad, las viejas barberías han sido reemplazadas por peluquerías unisex y salones de bellezas, cuyos profesionales deben ser artistas muy hábiles, dispuestos a aceptarlo todo en materia del cuidado del cabello y de la barba de los hombres, gracias a las exigencias de la moda. En la calle Nueva abrió en el año 2002 la peluquería de caballeros de Eduardo Pérez Díaz, aventajado alumno de la escuela de la saga González con más de treinta años de servicio. Ahora se ha trasladado a un local más grande, en la calle Manuel Hernández Muñoz, donde la luz ilumina varias fotografías antiguas que cuelgan de la pared. Y en 2009 se inauguró La Barbería, un establecimiento bellamente decorado, inspirado en la atmósfera de los sesenta, que atiende la amable y diligente Asu, la hija de Pepín, y que recuerda el espíritu de las barberías de antaño como espacio de encuentro vecinal, donde el vello facial sigue teniendo protagonismo especial y se cuida de las barbas como parte de su identidad.
Eduardo Pérez Díaz atiende a un cliente en su peluquería. En la imagen de la derecha, Pepín González junto a su hija Asu, propietaria de La Barbería, con dos conocidos clientes (fotógrafo: P.S.).


En cada rincón de La Barbería pueden verse todos los instrumentos que emplea en su trabajo, pero también de otras reliquias que llegaron del pasado, como el pequeño maletín con los objetos que usaba maestro Lorenzo, otro popular barbero de Las Meleguinas, o uno de los sillones más modernos de la época de los sesenta, una reliquia que heredó de Antoñito González, miembro destacado de este clan familiar. La tradición vuelve así con barberos del siglo XXI. Son los modernos testimonios de aquellas entrañables barberías oscuras y polvorientas del pasado a las que se iba a todo lo divino y humano, y donde era posible celebrar un espontáneo y natural pleno corporativo sin más pelos en la lengua que los que pudieran colarse de la cabellera del cliente.
Barbero
                                                       (Eliseo Diego, poeta cubano)

Habla, sentencia, juzga, opina,
Dice qué es y qué no es.
Las tijeras, frenéticas, aplauden
Más y más cada vez.
Vuela el cabello con las briznas
Del tiempo roto en el reloj.
Perdura el coro: las tijeras
Entre el espejo -eternas- y su voz.

Rinden homenaje en Berlin a la figura de Guillermo Ascanio Moreno, un ilustre gomero nacido en Vallehermoso

La Asociación Canarias en Berlín celebró este pasado fin de semana las XIV Jornadas culturales Canarias en Berlín y donde se celebró un acto para rendir un homenaje a la figura de Guillermo Ascanio Moreno, un ilustre gomero nacido en Vallehermoso y que estudió ingeniería industrial en la capital alemana. Este evento pretender ser un escaparate del archipiélago en un país que muestra un “enorme” interés por todo cuanto acontece en Canarias.
En este sentido, el acto celebrado el pasado sábado tuvo lugar en el auditorio de la casa de los sindicatos alemanes, DGB Haus Berlin-Brandenburg. En este evento estuvieron presentes María Isabel Méndez, consejera de turismo del Cabildo de La Gomera, y David de la Hoz, vicepresidente primero del Parlamento de Canarias.
El programa de las XIV Jornadas Culturales Canarias dio comienzo el viernes 6, con el estreno en Alemania de la película documental Las Manos, de Miguel G. Morales. La proyección, que tuvo lugar en el histórico cine berlinés Hackesche Höfe Kino, tuvo el respaldo de un público que llenó la sala y disfrutó con el trabajo que pone voz y cara a aquellas personas que trabajaron codo con codo con César Manrique en la construcción de su obra más reconocida, los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote. Al finalizar la proyección los asistentes tuvieron la oportunidad de charlar con el director tinerfeño, que se desplazó a la capital alemana para asistir a la presentación del documental.
Finalmente, a la conclusión de ambos actos, los asistentes pudieron disfrutar de un ágape con una selección de quesos Finca de Uga y una excelente selección de vinos de cedidos por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen  Lanzarote pertenecientes a las bodegas La Florida, La Geria, Rubicón, El Grifo y Reymar.
Sobre la figura del homenajeado
Pocos podían imaginar que ese niño nacido en 1907, en el seno de una familia burguesa de un lugar de La Gomera llamado Vallehermoso se convertiría en uno de los grandes revolucionarios que dio Canarias en el siglo XX.
Guillermo Ascanio conoce de primera mano la realidad de una sociedad caciquil, dominada por unas élites terratenientes que, conjuntamente con el poder de las empresas extranjeras dedicadas a la exportación de plátanos fundamentalmente, ejercían un férreo control sobre el campesinado y un incipiente proletariado agrícola que vivía al servicio de las empresas plataneras. La sociedad en la que pasa sus primeros años está caracterizada por las profundas desigualdades, un estricto control social, una economía extremadamente dependiente y unas cifras brutales de analfabetismo, una realidad que puede asimilarse a un mundo semifeudal y semicolonial. Datos de la época demuestran que mientras que Madrid tenía un 30% de población que desconocía los rudimentos básicos de la escritura y la lectura, en Canarias esas cifras alcanzaban el 90%.
La posición social de su familia le permite estudiar, primero en La Gomera y más tarde en Santa Cruz, La Laguna, Las Palmas, Barcelona y Berlín. A comienzos de la década de los treinta Guillermo, en medio de una sociedad que vive en una profunda crisis política con la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, decide tomar un activismo político definido. A los 23 años funda las Juventudes Republicanas en La Gomera y junto a otros jóvenes gomeros comprometidos, como el poeta Pedro García Cabrera,  crea Juventud Gomera, una organización que agrupa a jóvenes intelectuales que tendrán su principal órgano de expresión en el periódico “El Altavoz”.
Aunque Guillermo Ascanio colaboró en la creación de las primeras secciones de las Juventudes Socialistas en La Gomera e incluso se afilió a la CNT durante su estancia en Barcelona, ya en “El Altavoz”, en el año 1930, no dudaba en hablar públicamente de su admiración por el partido comunista y su acción política, que consideraba la más adecuada en ese momento, organización en la que empieza a militar oficialmente tras su fundación en Canarias en el año 1933.
A pesar de que su brillante carrera como estudiante lo mantuvo separado de Canarias no estuvo en absoluto alejado de la realidad isleña. Jacinto Barrios Capilla, autor de “Lucha, pasión y muerte del Comandante Ascanio” escuchó de los labios del propio Ascanio, durante la batalla de Madrid, numerosos relatos sobre La Gomera, la miel de palma o el gofio, recordando “el suave acento canario del Comandante Ascanio…”. En sus viajes a la isla de La Gomera Guillermo colaboró activamente en la constitución de incipientes células comunistas y en el refuerzo de la Federación Obrera. Su hermana Amelia, tuvo una activa labor como educadora de los trabajadores y trabajadoras de las plataneras y el mismo colaboró incluso donando los terrenos que servirían para establecer la sede, a mediados de los años treinta, de esta Federación, que años después serviría de espina dorsal de uno de los más relevantes casos de resistencia activa al golpe fascista en Canarias.
La acción inicial de los jóvenes gomeros trata de aglutinar a las distintas familias de la izquierda existentes en la Isla. En el medio de opinión de Juventud Gomera dicen claramente en octubre de 1930 que “La Gomera posee un minimun de problemas inmediatos planteados, que exigen cooperación, aunque sea accidental, de toda su juventud, en especial aquella bien orientada que milita en campos afines a nuestra ideología, de la que posee programas y tácticas de transformación radical”. Aunque en el número del 10 de noviembre de 1930 el propio Guillermo valora la necesidad de una revolución y destaca concretamente el papel positivo de los comunistas en esta labor. Además indica ideas que se desarrollan en textos posteriores, criticando que los republicanos por  “…cambiar solamente el nombre de Monarquía por República y continuar la misma organización estatal”. Ascanio igualmente reclama que se legalice al partido comunista y que se produzca el “…reconocimiento del derecho de las regiones a proclamar su independencia…”, una posición que se puede encuadrar perfectamente en las posturas defendidas por las organizaciones marxistas sobre la cuestión nacional durante las décadas de los veinte y los treinta.
Guillermo Ascanio con su formación personal y política se convierte en un extraordinario analista de la realidad que le rodea. Colabora activamente en medios como el ya mencionado “El Altavoz”, “La Prensa”, el semanario “Espartaco”  o en el órgano del Batallón Canarias en la defensa del Madrid republicano, el “Canarias Libre”. Sus ideas evolucionan desde un regeneracionismo juvenil, que se pretendía oponer al modelo de liberales conservadores, que había dominado la vida política en el estado español durante varias décadas, a posiciones abiertamente revolucionarias, influidas sin duda por sus contactos externos y las lecturas de textos de los grandes autores marxistas. Su crítica al caciquismo que sufre Canarias y a la situación de los trabajadores del campo se agudiza mientras se forma como Ingeniero pasando por la Universidad de La Laguna, Las Palmas, Barcelona y Berlín. En este último lugar tiene ocasión de conocer de primera mano la resistencia comunista ante el auge del nazismo y el peligro que este suponía para Europa.
En 1930 Guillermo Ascanio ya expresa su desencanto juvenil con la sociedad que le ha tocado vivir, nuevamente en “El Altavoz” explica que “…desde niños sabemos todos de promesas fantásticas en periodo pre-electoral. Y hoy día ya no nos conforman las promesas. No nos conformarían ni los hechos. Hoy, cuando algo nos aprieta demasiado, la solución no es conformarse, ni arreglarlo, ni siquiera cambiarlo por otra cosa igual. Es substituirlo por otra cosa distinta y más adecuada a su fin”. Es un comentario que podemos considerar que mantiene una absoluta vigencia y que refleja el eco de una sociedad que vive un momento de cambio. Canarias, con su economía agroexportadora enormemente dependiente sufre de lleno el impacto de la gran crisis de 1929. Sus consecuencias en las Islas tienen unos efectos claros, reducción del poder adquisitivo de las masas obreras y campesinas, altas cifras de paro y aumento de la conflictividad, que tiene uno de sus máximos exponentes en los Sucesos de Hermigua de 1933.
También en 1933 Guillermo realiza un magnífico análisis de la realidad isleña en varios números del semanario “Espartaco” bajo el título “La crisis económica y el proletariado canario”. En el mismo enfoca claramente tres grandes problemas de Canarias, el papel de las grandes empresas agroexportadoras, el de la gran burguesía y el escaso desarrollo del hecho nacional canario. En este sentido Ascanio es rotundo al afirmar que “la situación política de Canarias dentro del Estado español ha impedido e impide la formación de una conciencia regional propia en torno a nuestros problemas…”. El autor vincula de forma clara la situación política de Canarias con el papel de la clase obrera y la toma del poder, apostando por que “…su finalidad inmediata la constitución de un gobierno obrero y campesino canario”, un pensamiento que se verá truncado por el golpe de estado franquista del 18 de julio de 1936.
Al estallido de la rebelión militar golpista Guillermo Ascanio está pasando unos días de vacaciones cerca de Madrid. Ingresa, junto con su hermana Amelia, en las milicias populares, que se encargarán de la defensa de la capital española. Junto a trabajadores, estudiantes e intelectuales isleños pone en marcha en septiembre de  1936 el “Batallón Canarias”, al que se sumarán militantes de izquierda de diferentes barrios obreros de la capital y brigadistas internacionales. Entre sus miembros estaban los grancanarios Bernardo de la Torre Champasur, Álvaro Lisón, Zamora Doreste y Germán Pírez entre otros.  El órgano de expresión del “Batallón Canarias” estará constituido por el “Canarias Libre”, desde el que se dan nociones políticas y se relatan algunas de las acciones militares en las que participan los milicianos.
Entre 1936 y 1939 Guillermo Ascanio ocupará un puesto destacado en la defensa de Madrid. Será nombrado comandante en jefe de la 8ª División del Ejercido Popular y Jefe de Estado Mayor de la misma División. Durante la existencia del “Batallón Canarias”, este lucharán de forma destacada en la toma del Alcazar de Toledo, en Seseña, Pinto, Talavera, en la defensa del famoso Puente de Los Franceses o en El Pardo. Por sus acciones de guerra Guillermo Ascanio recibe el 22 de agosto de 1938 la Medalla al Valor de la República por su papel en la defensa de la capital republicana. En las páginas de “Canarias Libre” deja plasmada su firme voluntad de resistir hasta el final cuando escribe “El enemigo está rompiendo sus dientes contra los muros que estamos levantando con nuestros pechos entorno a Madrid”.
Durante los últimos meses de guerra le sorprende el golpe de estado que dentro del bando republicano da el Coronel Segismundo Casado, quien, viendo la batalla perdida, trata de llegar a un acuerdo con las tropas de Franco. Casado, profundamente anticomunista y receloso del papel de la URSS en la guerra, logrará, con el apoyo del ala moderada del PSOE y un sector de los anarquistas desencantados con el PCE, dar un golpe de mano que generó la detención de decenas de militantes comunistas, entre ellos Guillermo Ascanio. La resistencia de estos es superada con cierta rapidez, aunque Dolores Ibarruri en su obra “El único camino” destacó el papel del comandante isleño  que según La Pasionaria arengó a sus tropas diciendo “para hacer frente a una traición como la de Casado, no se necesitan órdenes de nadie…que cada comunista cumpla con su deber”. A pesar de esa resistencia Ascanio fue detenido por sus antiguos camaradas de lucha, pocos días después se confirmaba la caída de Madrid y la derrota de la república, los fascistas encuentran las cárceles republicanas llenas de algunos de los mejores combatientes comunistas que durante cuatro años les habían impedido su entrada triunfal en la capital española.
Guillermo Ascanio y su hermana Amelia Ascanio son sometidos a un Consejo de Guerra. Al primero lo condenan a muerte a la segunda, con un cargo de “auxilio a la rebelión”, la condenan a 20 años de cárcel. El comandante isleño pasa sus últimos meses instruyendo a sus compañeros de infortunio en idiomas y en formación política. Se le acusa de dirigir la resistencia desde la cárcel y el 3 de julio de 1941 es fusilado en la tapias del cementerio del Este de Madrid, a los 33 años de edad. Poco antes dejaba una declaración cargada de valor, en la que resumía su lucha: “soy comunista; he sido jefe de una división; me he opuesto a la entrada de ustedes (franquistas) en Madrid; he luchado contra los casadistas y hasta el último momento de mi vida haré todo lo que pueda contra el fascismo y por la revolución. Ahora, hagan lo que quieran”.
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