Atalaya. Por el Oeste, limitando a una serie
escalonada de cercados, se extiende
la otra
Atalaya del turismo. Una tras otra,
la civilización va prosaizando
las escondidas bellezas primitivas.
Recordando las palabras un tanto tristes
de la anciana hospitalaria,
salgo del diminuto pueblo.
-“Ya las mujeres no quieren el
oficio.
Apenas chiquillas, visitan la ciudad
y se dedican a otros menesteres,
como “pintarrajearse los besos”…
En el país de la cerámica canaria,
las jóvenes transportan el agua
en un bidón de gasolina.
El camino, que se ensancha año por año,
lleva a aquellos lugares disonantes
bocinazos.
Y pronto habrá chiquillos
-quizá los nietosde las actuales artesanas-
que jueguen a las bolas
con las brillantes lisaderas [pág. 173].
Desde Tafira Alta, pasando por la carretera
principal a un camino bordeado de chumberas y muros llenos de hierba y
lagartos, he llegado a La Atalaya. Un pequeño cerro aislado, con un centenar de
cuevas y viviendas encaladas, es toda La Atalaya. Hay un “aroma” a granja sin
ozonizar que me hace dudar del sentido olfativo de sus habitantes. Varios
arrapiezos, que practican un nudismo moderado, me salen al encuentro con un
turístico saludo: - "Guanpeny".
-No soy inglés, les digo, -a pesar de mis pies
grandes y mi máquina fotográfica.
Quito la funda al aparato, pienso en el sol y en los
metros que me separan de los jóvenes trogloditas, y… ¡tac! Una placa
impresionada.Pero, emulando a Herodes, los pequeños han quedado decapitados.
Cuestas empinadas y escaleras rústicas constituyen
las calles de la aldea; no hay rueda capaz de escalarlas.
Perseguidos a distancia por los pequeños indígenas
llego, al fin,a una cueva donde trabaja una alfarera anciana. Saludo,
deseando inspirar confianza, y quedo contemplando a la artesana, que en aquel
[pág. 175] momento raspa una inmensa vasija para gofio,aún sin colorear ni
cocer. Procurando manifestar asombro y admiración por todo, induzco a la vieja a
que me muestre y explique sus métodos de trabajo. Penetro en la cueva-taller,
junto a la otrahabitación encalada y limpia, donde mora la dueña. Husmeo por los
rincones, contemplo el lecho, que fuera nupcial cincuenta años atrás, los
utensilios, los cuadros. La anciana está asombrada de mi asombro, y yo hasta me
pregunto cómo puede ella no admirar sus mismas cosas. Todo es tan dulcemente
anacrónico que me invade un inmenso deseo de no ser yo, de sumirme en el
ambiente y confundir mi vida con la de estas gentes pequeñas y felices. -Todo
es muy bonito -le digo-. Solo una vez había estado aquí, antes de la guerra... y
la vieja, mientras se sienta con trabajo entre sus tallas y su barro, contesta:
-¿Qué guerra?-
EL BARRO “MASAPEN”
No he recibido claros informes sobre el origen del
barro. Meha parecido que es considerado por sus poseedores como
secreto profesional. Unos declaran extraerlo de “los cercados”; otros, delos
montes.
La recogida de la materia prima se lleva a cabo en
verano, y todos los vecinos se proveen de ella, trabajosamente, después de cavar
muy hondo, o comprándola a los hombres que lo extrajeron.
El barro se almacena en las cuevas, donde se
endurece formando piedras compactas y de bastante dureza. Por ello existen
depósitos en las cuevas [llamados goros]
en los que se tritura el barro[pág. 176] que va a utilizarse, se riega con agua
y se amasa, usandolos pies en esta operación.
Pero no queda así el material apto para su uso, es
necesario mezclarlo con tierra arenosa común, recogida en la misma
Atalaya.Generalmente, a la masa obtenida se añaden las “raspas de mestura”,es
decir, las esquirlas de barro residuales en el raspado de las vasijas anteriores.
- Faltan trazos -se quejan las mujeres-. El barro
está muy hondo,y hay que cavar mucho, y a veces no se encuentra más quepicón.
Pero creo que estas dificultades han sido exageradas
por el agudoinstinto comercial de las “comadres”, para supervalorizar sus mercancías.
HERRAMIENTAS
En cinco minutos esta moderna troglodita ha
fabricado ante mí una maceta de impecable línea. Ha tomado una “pella” de
barropreviamente trabajado, y sobre una losa recubierta de arena [paraevitar
que se pegue], ha hundido el puño en su centro, formando fácilmente el fondo y
varios centímetros de la pared de la vasija; luego, recurriendo nuevamente a la
gran masa de barro depositada a su lado, ha moldeado otra porción de barro
alargada y cilíndrica,y uniéndola a la comenzada vasija, que hace girar entre
sus manos,ha obtenido el recipiente completo.
No conoce, pues, este oficio más que estos tres
tipos de instrumentos:
Guijarros para pulimentar.
Raspaderas de caña [pág. 177].
Y unas manos, las más preciosas herramientas que, al
moldear, pulir y colorear, suplen al torno, al molde y a la brocha.
La mayor parte de las vasijas se fabrican de esta
manera, con una sola pieza, menos algunas que, por constar de dos partes bien diferenciadas,
se hacen por separado. Igualmente, las vasijas muy grandes se dejan secar al
llegar a la mitad para evitar que el barro blando se desmorone.
RASPADO
Sécanse los vasos, colocados boca abajo sobre un
suelo plano y horizontal para que no “se envicien”. Bastan tres horas al sol
para que los utensilios pierdan el agua y adquieran consistencia suficiente. Entonces
se emprende la ardua tarea del raspado, en la que se alisan los utensilios, valiéndose
de una astilla de caña.
COLOREADO
Con un borriquillo, o a pie, los hombres y a veces
las mujerestraen unas piedras rojizas de la cumbre: la “amágrea”. Triturada en
almireces de piedra, semejante a los primitivos, la “amágrea” da una tierra
encarnada parecida a la de cinabrio. Con la misma mano se frota este polvo
humedecido sobre las vasijas, hasta colorearlas a gusto de la artesana. Debido
a la adherencia del barro la pintura queda tan fija que difícilmente se destiñe
al frotarla[pág. 178].
PULIMENTADO
Un poco de petróleo sobre la loza pintada obtiene el
brillo, ayudado por la “lisadera”. Se trata de un guijarro común, recogido en
un lugar tan lejano que le llaman “La fin de la tierra”, lecho deuna antigua
torrentera.
Existen diversas formas de “lisaderas”, y cada cual tiene
su cometido.Unas, picudas, sirven para pulimentar las bocas estrechas; otras,
cóncavas, para las asas y los bordes; algunas, agudas, paragrabados
decorativos.
Lo interesante de estas piedras es el valor de
reliquia que les otorgan sus propietarios. Las buenas “lisaderas” son
centenarias; pertenecían a sus “mayores”, por lo que no logré que se desprendieran
de ninguna, pese a mis ofertas, y me pareció que ejercían sobre las ancianas
atracción de talismán.
Las más viejas “lisaderas” están notablemente brillantes,
pulimentadas a fuerza de pulimentar loza, lo que nos sugiere la moraleja de
“docendo discitur”, el profesor que se educa educando.
COCCIÓN
El fuego endurece el barro, pero disminuye el brillo
y oscureceel matiz rojo de las piezas. Por ello los objetos de adorno se dejancrudos,
si bien quedan frágiles y al mojarse se desteñiría la pinturay se derretiría el
barro.
Solamente hay un hornero en la aldea, hombre ducho
en preparar el fuego y obtener propinas de los visitantes, a los que espontáneamentesirve
de cicerone. Me explica en un lenguaje pintoresco su trabajo [pág. 179]:
- “Ca semana las comadres me llaman, cuando no
llueve, puesasí se moja la loza s'irrite. Asiento la leña adentro el horno y
pongo las tallas afileraitas [en fila]. Aluego ensiendo y aspero jasta que queen
como el mismito fuego. Las saco pa fuera con un pitón [eltallo central de la
pita], mojo el palo en agua, que de el calor se quema, y otra vez a lo mismo...”.
Junto al horno, en efecto, veo una roca socavada en
forma depila, donde el “pitón” es humedecido para que resista la alta
temperaturadel interior [pág. 180].
PANCHO EL ALFARERO
Se ha propagado en un escrito sobre La Atalaya el
carácter casivaronil de sus mujeres, fundándose en el hecho de que son ellas quienes
desarrollan la única industria de la localidad. Sin embargo, mi impresión ha
sido contraria. Es cierto que la alfarería está en manos femeninas; pero puede
observarse como los aspectos más duros de esta misma tarea -cual la búsqueda
del barro y la cocciónde las vasijas- quedan encomendados al sexo fuerte.
Los hombres de La Atalaya me han parecido
enteramente varoniles, y las mujeres dotadas de toda la femineidad que permite
un trabajo continuado y fatigoso.
-
“Sólo las
mujeres se ocupan de fabricar la losa; nosotros trabajamosla tierra. Pero hay
un hombre que aprendió de su madre eloficio y lo practica. Es un “jeringao con
las mujeres”: Pancho. Ni se ocupa del campo ni hace lo que todo hombre.
No es precisamente la holgazanería masculina lo que
se infiere de esta declaración.
Llevado por el interés de conocer al único alfarero
del pueblo[pág. 180) penetro en su vivienda. El trato del tal Pancho corroboranlos tan
despectivos informes recibidos. Sus productos no difieren de los conocidos; sin
embargo, otras aspiraciones y esfuerzos por distinguirse dicen a favor de la
supremacía del sexo.
En la “Plazuela de los Patos”, de Las Palmas, hay
unas tallasy bernegales de asas curvadas que, a decir de su autor Pancho,fueron
tomadas por él mismo de los estilos “guanches” del Museo Canario.
VARIEDADES DE PIEZAS
No es muy nutrido el repertorio de estas alfareras.
Se limitan a repetir los modelos aprendidos de sus madres, con una docena de variedades.
Abundan las macetas [que en otros pueblos de la isla se fabrican a rodillo o
torno], las tallas típicas, los braseros parasahumerio, bernegales, jarros para
gofio, tostadores de maíz, calderosy vasijas grandes redondas, de un metro de
diámetro, [pág.181] que hacen de despensa, nevera y almacén para muchos
isleños.A estas formas se limitarían las “talayeras”, a no ser por los encargos
que reciben del exterior, los cuales despiertan en ellassuperación.Entonces
aparecen las jarras, los floreros esbeltos, lasánforas, los vasos de adorno,
etc.
En algunas épocas, como fines de año, la fabricación
alcanzaotros objetivos. Alrededor del día de Reyes los antedichos modelos, en
miniatura, son fabricados para colmar los zapatos de los niños humildes.
Además, cediendo a encargos de interesados, se fabrican objetos de distinta
categoría: casetas para palomas, bandejas, botijos, cazuelas de bodega,
ceniceros, fogones…
ELEMENTOS DECORATIVOS
Comparando esta alfarería con la canaria primitiva
puede afirmarseque, lejos de progresar, hay un evidente retroceso en cuantoa
los recursos de belleza. Fabricados hoy, llamarían la atención, porlo
perfectos, los vasos canarios [como los de Guayadeque o Gáldar],o la jarra
canaria conservada en el museo de Las Palmas, conpintorescos ornamentos y asa
majestuosa. Cotejando la cerámicaactual isleña con algunos vasos originalísimos
de Fuerteventura, anteriores a la Conquista, aquella resulta ciertamente
rudimentaria [pág. 183).
A la izquierda, una pieza canaria de los primitivos
habitantes; a su lado un “bernegal” moderno de La Atalaya. El “pitorro” casi vertical,
tan común en la loza primitiva, es ya en esta vasija “guanche”solo un elemento
de adorno pues no tiene comunicación con el interior. Tanto las asas como las
formas de ambas piezas son semejantes, y probablemente ambos modelos han sido
destinadosal mismo uso [pág. 184].