domingo, 4 de septiembre de 2016

“Visita a La Atalaya de Gran Canaria” Pedro Lezcano Montalvo (1944)


En la falda Sur del cerro está la más típica
Atalaya. Por el Oeste, limitando a una serie
escalonada  de cercados, se extiende la otra
Atalaya del turismo. Una tras otra,
la civilización va prosaizando
las escondidas bellezas primitivas.
Recordando las palabras un tanto tristes
de la anciana hospitalaria,
salgo del diminuto pueblo.
-“Ya las mujeres no quieren el oficio.
Apenas chiquillas, visitan la ciudad
y se dedican a otros menesteres,
como “pintarrajearse los besos”…
En el país de la cerámica canaria,
las  jóvenes transportan el agua
en un bidón de gasolina.
El camino, que se ensancha año por año,
lleva  a aquellos lugares disonantes bocinazos.
Y pronto habrá chiquillos
-quizá los nietosde las actuales artesanas-
que  jueguen a las bolas
con las brillantes lisaderas [pág. 173].






Desde Tafira Alta, pasando por la carretera principal a un camino bordeado de chumberas y muros llenos de hierba y lagartos, he llegado a La Atalaya. Un pequeño cerro aislado, con un centenar de cuevas y viviendas encaladas, es toda La Atalaya. Hay un “aroma” a granja sin ozonizar que me hace dudar del sentido olfativo de sus habitantes. Varios arrapiezos, que practican un nudismo moderado, me salen al encuentro con un turístico saludo: - "Guanpeny".
-No soy inglés, les digo, -a pesar de mis pies grandes y mi máquina fotográfica.
Quito la funda al aparato, pienso en el sol y en los metros que me separan de los jóvenes trogloditas, y… ¡tac! Una placa impresionada.Pero, emulando a Herodes, los pequeños han quedado decapitados.
Cuestas empinadas y escaleras rústicas constituyen las calles de la aldea; no hay rueda capaz de escalarlas.
Perseguidos a distancia por los pequeños indígenas llego, al fin,a una cueva donde trabaja una alfarera anciana. Saludo, deseando inspirar confianza, y quedo contemplando a la artesana, que en aquel [pág. 175] momento raspa una inmensa vasija para gofio,aún sin colorear ni cocer. Procurando manifestar asombro y admiración por todo, induzco a la vieja a que me muestre y explique sus métodos de trabajo. Penetro en la cueva-taller, junto a la otrahabitación encalada y limpia, donde mora la dueña. Husmeo por los rincones, contemplo el lecho, que fuera nupcial cincuenta años atrás, los utensilios, los cuadros. La anciana está asombrada de mi asombro, y yo hasta me pregunto cómo puede ella no admirar sus mismas cosas. Todo es tan dulcemente anacrónico que me invade un inmenso deseo de no ser yo, de sumirme en el ambiente y confundir mi vida con la de estas gentes pequeñas y felices. -Todo es muy bonito -le digo-. Solo una vez había estado aquí, antes de la guerra... y la vieja, mientras se sienta con trabajo entre sus tallas y su barro, contesta: -¿Qué guerra?-
EL BARRO “MASAPEN”
No he recibido claros informes sobre el origen del barro. Meha parecido que es considerado por sus poseedores como secreto profesional. Unos declaran extraerlo de “los cercados”; otros, delos montes.
La recogida de la materia prima se lleva a cabo en verano, y todos los vecinos se proveen de ella, trabajosamente, después de cavar muy hondo, o comprándola a los hombres que lo extrajeron.
El barro se almacena en las cuevas, donde se endurece formando piedras compactas y de bastante dureza. Por ello existen depósitos en las cuevas [llamados goros] en los que se tritura el barro[pág. 176] que va a utilizarse, se riega con agua y se amasa, usandolos pies en esta operación.
Pero no queda así el material apto para su uso, es necesario mezclarlo con tierra arenosa común, recogida en la misma Atalaya.Generalmente, a la masa obtenida se añaden las “raspas de mestura”,es decir, las esquirlas de barro residuales en el raspado de las vasijas anteriores.
- Faltan trazos -se quejan las mujeres-. El barro está muy hondo,y hay que cavar mucho, y a veces no se encuentra más quepicón.
Pero creo que estas dificultades han sido exageradas por el agudoinstinto comercial de las “comadres”, para supervalorizar sus mercancías.
HERRAMIENTAS
En cinco minutos esta moderna troglodita ha fabricado ante mí una maceta de impecable línea. Ha tomado una “pella” de barropreviamente trabajado, y sobre una losa recubierta de arena [paraevitar que se pegue], ha hundido el puño en su centro, formando fácilmente el fondo y varios centímetros de la pared de la vasija; luego, recurriendo nuevamente a la gran masa de barro depositada a su lado, ha moldeado otra porción de barro alargada y cilíndrica,y uniéndola a la comenzada vasija, que hace girar entre sus manos,ha obtenido el recipiente completo.
Pero aún su obra está tan tierna y flexible que la boca de la maceta pasa de la circunferencia a la elipse, entre las manos creadorasy activas.
No conoce, pues, este oficio más que estos tres tipos de instrumentos:
Guijarros para pulimentar.
Raspaderas de caña [pág. 177].
Y unas manos, las más preciosas herramientas que, al moldear, pulir y colorear, suplen al torno, al molde y a la brocha.
La mayor parte de las vasijas se fabrican de esta manera, con una sola pieza, menos algunas que, por constar de dos partes bien diferenciadas, se hacen por separado. Igualmente, las vasijas muy grandes se dejan secar al llegar a la mitad para evitar que el barro blando se desmorone.
RASPADO
Sécanse los vasos, colocados boca abajo sobre un suelo plano y horizontal para que no “se envicien”. Bastan tres horas al sol para que los utensilios pierdan el agua y adquieran consistencia suficiente. Entonces se emprende la ardua tarea del raspado, en la que se alisan los utensilios, valiéndose de una astilla de caña.
COLOREADO
Con un borriquillo, o a pie, los hombres y a veces las mujerestraen unas piedras rojizas de la cumbre: la “amágrea”. Triturada en almireces de piedra, semejante a los primitivos, la “amágrea” da una tierra encarnada parecida a la de cinabrio. Con la misma mano se frota este polvo humedecido sobre las vasijas, hasta colorearlas a gusto de la artesana. Debido a la adherencia del barro la pintura queda tan fija que difícilmente se destiñe al frotarla[pág. 178].
PULIMENTADO
Un poco de petróleo sobre la loza pintada obtiene el brillo, ayudado por la “lisadera”. Se trata de un guijarro común, recogido en un lugar tan lejano que le llaman “La fin de la tierra”, lecho deuna antigua torrentera.
Existen diversas formas de “lisaderas”, y cada cual tiene su cometido.Unas, picudas, sirven para pulimentar las bocas estrechas; otras, cóncavas, para las asas y los bordes; algunas, agudas, paragrabados decorativos.
Lo interesante de estas piedras es el valor de reliquia que les otorgan sus propietarios. Las buenas “lisaderas” son centenarias; pertenecían a sus “mayores”, por lo que no logré que se desprendieran de ninguna, pese a mis ofertas, y me pareció que ejercían sobre las ancianas atracción de talismán.
Las más viejas “lisaderas” están notablemente brillantes, pulimentadas a fuerza de pulimentar loza, lo que nos sugiere la moraleja de “docendo discitur”, el profesor que se educa educando.
COCCIÓN
El fuego endurece el barro, pero disminuye el brillo y oscureceel matiz rojo de las piezas. Por ello los objetos de adorno se dejancrudos, si bien quedan frágiles y al mojarse se desteñiría la pinturay se derretiría el barro.
Sólo hay un horno en La Atalaya, construido por un vecino,que cobra [una peseta] por cada hornada.
Solamente hay un hornero en la aldea, hombre ducho en preparar el fuego y obtener propinas de los visitantes, a los que espontáneamentesirve de cicerone. Me explica en un lenguaje pintoresco su trabajo [pág. 179]:
- “Ca semana las comadres me llaman, cuando no llueve, puesasí se moja la loza s'irrite. Asiento la leña adentro el horno y pongo las tallas afileraitas [en fila]. Aluego ensiendo y aspero jasta que queen como el mismito fuego. Las saco pa fuera con un pitón [eltallo central de la pita], mojo el palo en agua, que de el calor se quema, y otra vez a lo mismo...”.
Junto al horno, en efecto, veo una roca socavada en forma depila, donde el “pitón” es humedecido para que resista la alta temperaturadel interior [pág. 180].

PANCHO EL ALFARERO
Se ha propagado en un escrito sobre La Atalaya el carácter casivaronil de sus mujeres, fundándose en el hecho de que son ellas quienes desarrollan la única industria de la localidad. Sin embargo, mi impresión ha sido contraria. Es cierto que la alfarería está en manos femeninas; pero puede observarse como los aspectos más duros de esta misma tarea -cual la búsqueda del barro y la cocciónde las vasijas- quedan encomendados al sexo fuerte.
Los hombres de La Atalaya me han parecido enteramente varoniles, y las mujeres dotadas de toda la femineidad que permite un trabajo continuado y fatigoso.
Traduciré a un lenguaje legible las palabras de un padre de familia “talayero”.
-  “Sólo las mujeres se ocupan de fabricar la losa; nosotros trabajamosla tierra. Pero hay un hombre que aprendió de su madre eloficio y lo practica. Es un “jeringao con las mujeres”: Pancho. Ni se ocupa del campo ni hace lo que todo hombre.
No es precisamente la holgazanería masculina lo que se infiere de esta declaración.
Llevado por el interés de conocer al único alfarero del pueblo[pág. 180) penetro en su vivienda. El  trato del tal Pancho corroboranlos tan despectivos informes recibidos. Sus productos no difieren de los conocidos; sin embargo, otras aspiraciones y esfuerzos por distinguirse dicen a favor de la supremacía del sexo.
En la “Plazuela de los Patos”, de Las Palmas, hay unas tallasy bernegales de asas curvadas que, a decir de su autor Pancho,fueron tomadas por él mismo de los estilos “guanches” del Museo Canario.








VARIEDADES DE PIEZAS
No es muy nutrido el repertorio de estas alfareras. Se limitan a repetir los modelos aprendidos de sus madres, con una docena de variedades. Abundan las macetas [que en otros pueblos de la isla se fabrican a rodillo o torno], las tallas típicas, los braseros parasahumerio, bernegales, jarros para gofio, tostadores de maíz, calderosy vasijas grandes redondas, de un metro de diámetro, [pág.181] que hacen de despensa, nevera y almacén para muchos isleños.A estas formas se limitarían las “talayeras”, a no ser por los encargos que reciben del exterior, los cuales despiertan en ellassuperación.Entonces aparecen las jarras, los floreros esbeltos, lasánforas, los vasos de adorno, etc.
En algunas épocas, como fines de año, la fabricación alcanzaotros objetivos. Alrededor del día de Reyes los antedichos modelos, en miniatura, son fabricados para colmar los zapatos de los niños humildes. Además, cediendo a encargos de interesados, se fabrican objetos de distinta categoría: casetas para palomas, bandejas, botijos, cazuelas de bodega, ceniceros, fogones…
ELEMENTOS DECORATIVOS
Fácil es apreciar que las aspiraciones estéticas de la cerámicapopular actual no superan el deseo de utilidad. Las formas, en general, sacrifican su elegancia por la facilidad de manejo. En cuanto [pág. 182) a elementos decorativos, las actuales alfareras no se esfuerzan por conseguirlos, y puede decirse que es en las asas donde únicamente los hay. Las sinuosidades en que acaban algunas bocas, o ciertas franjas con burdos grabados geométricos, vistos rarasveces, son las únicas manifestaciones del sentido estético de estas artesanas. El grabado y el dibujo de la loza son casi desconocidos para ellas.
Comparando esta alfarería con la canaria primitiva puede afirmarseque, lejos de progresar, hay un evidente retroceso en cuantoa los recursos de belleza. Fabricados hoy, llamarían la atención, porlo perfectos, los vasos canarios [como los de Guayadeque o Gáldar],o la jarra canaria conservada en el museo de Las Palmas, conpintorescos ornamentos y asa majestuosa. Cotejando la cerámicaactual isleña con algunos vasos originalísimos de Fuerteventura, anteriores a la Conquista, aquella resulta ciertamente rudimentaria [pág. 183).
Es indudable que, si sobreviviesen seis siglos, los vasos fabricados hoy no conservarían el magnífico temple casi metálico, que demuestran las obras de los primitivos isleños.

A la izquierda, una pieza canaria de los primitivos habitantes; a su lado un “bernegal” moderno de La Atalaya. El “pitorro” casi vertical, tan común en la loza primitiva, es ya en esta vasija “guanche”solo un elemento de adorno pues no tiene comunicación con el interior. Tanto las asas como las formas de ambas piezas son semejantes, y probablemente ambos modelos han sido destinadosal mismo uso [pág. 184].


Lezcano Montalvo, P. (1944): “Visita a La Atalaya de Gran Canaria”. En VV.AA., (1944): Tradiciones populares I. Palabras y cosas. Colección de ensayos y notas de folklore canario. Prólogo del Dr. E. Serra Rafols. Imprenta Católica. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Estudios Canarios, Santa Cruz de Tenerife. Páginas 173-184.