sábado, 5 de noviembre de 2011

PREMIOS BUCIO 2011

La asociación Canar+as en Positivo, entrego el viernes 5 en el Real Club Nautico, los premios BUCIO 2011.Los cuatro galardonados este año merecen el premio- explico Cristobal Del Rosario, presidente de la asociación- porque han contribuido con su dedicación y trabajo a "áreas estratégicas de Canarias además de ser buena gente".
*CHAGO EL CURA PREMIO BUCIO A LA SOLIDARIDAD Y COOPERACIÓN Concedido por Canarias en Positivo el 2 de Noviembre de 2011 en el Club Náutico.
No se llamaba Santiago, tampoco Chago; le llamaban Santayo, sus hermanos, su larga lista de primos y los restantes chiquillos del Valle de Agaete, donde nació hace más de sesenta años
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El premio a la Solidaridad y la Cooperació
n recayó en el párroco de San Nicolás de Bari, Santiago Suárez, dedicado desde los años 80 a la ardua tarea de la reinserción social de presos y de los más desfavorecidos. "He sido el primer sorprendido", reconocía ayer el sacerdote ya jubilado. Su nuevo proyecto: la rehabilitación de una finca destruida por el huracán Delta como albergue para jóvenes.
El expresidente de la Autoridad Portuaria, Javier Sánchez Simón, que recibió el premio a la Internacionalización, reconoció que parte del éxito y del trabajo que se había hecho en el puerto de La Luz se debía a "aprovechar bien los recursos".

La asociación galardonó también la labor del doctor Jesús Villar, jefe de la Unidad de investigación del hospital Doctor Negrín, quien dedicó el premio a los ocho investigadores que con él tratan de descubrir el fármaco que palie la lesión pulmonar aguda. "Uno no hace investigación sólo", aseveró.


El premio Empresa fue para Teresa Aguiar, durante más de diez años directora comercial de saneamientos Aguiar. Teresa Aguiar agradeció el galardón porque con él se "valora a los empresarios que como mi padre se de
dicaron y siguen dedicándose con 70 años de vida a su empresa y a crear empleo en Gran Canaria".

CHAGO EL CURA PREMIO BUCIO A LA SOLIDARIDAD Y COOPERACIÓN Concedido por Canarias en Positivo el 2 de Noviembre de 2011 en el Club Náutico.

No se llamaba Santiago, tampoco Chago; le llamaban Santayo, sus hermanos, su larga lista de primos y los restantes chiquillos del Valle de Agaete, donde nació hace más de sesenta años. Sus padres, el maestro escuela D. José Suárez y su Madre Maruquita León, hija de D. Santiago León, que había sido Secretario del Ayuntamiento de Agaete, natural de Valleseco y hermana del Cura del Valle D. Santiago León. Santayo ocupa justo el lugar central de los cinco hermanos.

Su infancia se caracteriza por encarnar una picaresca heredada, aprendida y necesaria en un pueblo en el que había poco que hacer en los mo
mentos de ocio.
Pícaro, el tío Cura. Cerca de la Plaza había una finca de la que eran dueños señores muy ricos de Las Palmas. Y El Cura nos dijo: bajen al cercao y coman duraznos, que ya están maduros. La chiquillería corrimos y desvalijamos. Aquella tarde, gracias a D. Santiago, comimos duraznos de sangre (los del corazón colorao). Robados, claro.
Pícara también
Maruca, la madre. En el pueblo, en S. Pedro, había dos hermanas: Isabelita y Serapita. Maruquita dijo a su hijo Santayo: ve a casa de Isabelita y dile que su sobrino de Bañaderos avisó por teléfono que viene a comer. Isabelita, al terminar de cocinar la paella, subió al Lomo a esperar al sobrino. Cuando llegó el Coche de Hora, el sobrino no había venido. Apenada, se acercó a la casa de su hermana y le dijo: Serapita la mía, cómprame media gallina que ese diablo, hijo de Pepe Suárez, me engañó. Y pícaro Santayo.

El Chambú tenía las gallinas sueltas en unos terrenos cercanos a su casa. Santayo la
s espiaba, con todo lo que esto significa. Al rato veíamos que se acercaba (pícara su cara) a la tienda del Chanbú y le decía: Manolito, le vendo el huevo; y, cuando tenía el real en sus manos, salía corriendo a gastarlo en la tienda de Serapita.
En el Seminario se llamaba Santiago, también Chago. Y tenía su apodo, que no sé si nombrar. Como cuando niño, era una persona en parte mezclado entre la gente y en parte metido en su mundo particular. Se enredaba muy bien con los chiquillos vecinos de Tafira Baja, les prestaba la bicicleta; tenía un amigo que de 3 o 4 bicicletas rotas, lograba una nueva. Chago le ayudaba en cuanto podía. Los domingos tocaba la visita de Pepe y Maruca y también algunos de los hermanos o hermanas. Y allí estaban acom
pañando también sus primos seminaristas. Como estudiante, nada que objetar: Su picaresca también fue abundante, conocida principalmente por sus compañeros de curso. Lo cierto es que se ordenó de cura y empezó su carrera ORIGINAL y CARISMÁTICA.

ORIGINAL.
D. Santiago o Chago el Cura (depende de quien le llame), como párroco de Montaña Alta o Piedra Molino (que de las dos maneras se llama) atrajo a muchachos y muchachas que venían de Las Palmas a reunirse con los del pueblo y que después tenían que quedarse a dormir en la sacristía. La gente un poco se asustaba. Pronto cambió la decoración de la iglesia de manera que la cerámica aparecía abundante en las hornacinas de los santos. El patrón, San José, acababa su vestimenta con piñas de millo en los hombros y caña de millo, en vez del clásico lirio, en su mano derecha.

El interesante Maninidra en su libro “Cartas que nunca envié” dijo algo así como “El Cura, como ya no puede atraer a la gente con el miedo al infierno, intenta atraerla con la cerámica.” Critico a Maninidra porque ninguno nos podemos imaginar a Santiago hablando del infierno; pero es cierto el esfuer
zo que hace el Cura por atraer a la gente y por meterse en medio de ellos. Como párroco de Caideros se metió en la boca del lobo. Porque una mañana la hornacina de San José está vacía. La noticia corre veloz por casas y cuevas. El rumor se centró en el Cura porque es poco amigo de los santos de tiza o de palo. Pero el misterio se solucionó pronto: S. José apareció en el fondo del pozo de la antigua ermita, en donde lo colocaron los comerciantes del Casco de Caideros que vendían menos porque, el cura empezó a decir misa también en Fagagesto y el Saucillo. No es un cura de sacristía, sino un cura que tiene las botas cagadas de barro y el coche escacharrado en los muros de piedras de aquellos estrechos caminos.

Como cura de las Medianías del Norte entiende todo el contenido de la canción de los Sabandeños “esos son intermediarios en el negocio frutero” y “yo soy un pobre del campo agricultor, platanero”. Tenía un primo cura en la iglesia del Carmen de la Isleta, yo mismo. En el campo cargaba su maltrecho land rover de papas, lo paraba delante de las oficinas del Carmen en la Isleta, los muchachos concertaban la venta por teléfono y la vespa del primo cura llevaba el saco a domicilio. Esta venta directa lo hacía también con otros muchos colaboradores de la ciudad. Y volvía con el land rober a las Medianías a entregar dinero fresquito, antes que se hiciera de noche.

Como amigo de la gente (amigo de la gente es la expresión) decía misas, funerales, cumpleaños, bautizos y bodas muy distintos a los otros curas. Porque el envoltorio del mensaje era más atractivo, llegaba bien a los congregados. Recordemos tan sólo la paloma que salió volando en el tanatorio San Miguel, cuando despedimos a su prima Marga León. Y su participación en las fiestas patronales de toda Gran Canaria. En todas ha estado. Y su fiesta de las Nieves y la de San Pedro del Valle, record de sus participaciones festivas. Y, hay que ver a Chago bailando la Rama Chica en la Era del Molino, con su cuerpo de largas piernas y largas manos muy poco prestas al ritmo de la música ramera.

CARISMÁTICA. La Baifita es el brote de un carisma. Todo se hacía sin dinero y con mucha voluntad; cuando, en apuros, su tío o su amigo comprometía su dinero, eran estos quienes recibían en beneficio no disfrutable en esta tierra. Era una tienda de libros y de canariedades, de complicidades familiares y/o amorosas y/o revolucionarias, pero en boca de poetas. Era una tienda que tenía una muy importante trastienda, que hoy podía ser perfectamente tienda pero que en aquellos tiempos era muy peligrosa, sobretodo estando tan cerca de la Plaza de la Feria.


El Salto del Negro es la Cárcel. Pero el lugar en donde está su capellanía, su gente y la familia de su gente que visita en cualquiera de los barrios y pueblos. Es la marca y contraseña de sus futuros trabajos.
La Casa de la Calle Arco era la implantación del carisma. Había niños y niñas abandonados en la calle. Los recogía, los guarecía. Había familias desestructuradas en el Polvorín, por ejemplo. Con ellas pasaba la noche, en ambiente maloliente a humedad, humanidad y podredumbres. Te lo encontrabas a la medianoche en la calle la Naval, con su coche y otros muchachos, buscando a otro a quien había que cobijar. Tenía sentido la casa de la Calle Arco. Porque las autoridades eran insensibles, como no podía ser menos, a los dolores de la época. No era nada fácil; él sufrió más que nadie los problemas y sus consecuencias, pero también sus familiares, amigos y algún que otro adinerado (esto último no ha estado nada mal).

La Finca de Riquiánez. Había estado antes haciendo trabajos similares en Madrid. Pero lo vendió todo, empeño su herencia y compró la Casa y Finca de Riquiánez. Allí los internos podrían pagar sus gastos trabajando en el invernadero, o vendiendo las pascuas en campañas navideñas. Algunos y algunas, con mucho dinero, no políticos, le han ayudado desde hace tiempo. Pero ahora, los políticos al darse cuenta del carisma de Chago el Cura, también se aproximan, como la mosca a la miel. Los de Arucas, y los de las Palmas les compran las pascuas navideñas. Algunos otros le conceden subvenciones e, incluso, le han hecho Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria. Estupendo. Incluso si este premio fuera dinerario, qué bien dormiría esta noche porque los muchachos de Riquiánez están en una encrucijada.

Chago el Cura está inquieto ante el futuro. Su compañera de la vida (es célibe) ha sido la miseria. En los años 70, 80, 90 y ahora más que nunca. Y, si sigue la marea, como es previsible, los políticos caerán, pero él no. En Riquiánez o en cualquier lugar. Ahora más que nunca, porque más que nunca tiene que darse la respuesta carismática. Y ¿Canarias? Es la otra inquietud pendiente. Porque el amigo cura Paco Bello dejó todo en un interrogante esperanzado Y, con tanto carisma, no ha dejado ser el pícaro que fue en la infancia. Subía hace años una de las calles del Risco de S. José, con su etiqueta de cura bien colocada al cuello. Una Señora mayor se le atravesó en la acera y le espetó casi gritando: “por favor señor, entre en mi casa y cójame el pájaro”. Santiago, un poco desconcertado, entró y, enseguida, se dio cuenta de que con su cuerpo alargado podía coger el canario que estaba posado en la encimera del ropero. En fin señores. Ahora está aquí, delante de nosotros, un personaje muy querido por todos.

No es Santayo, tampoco D. Santiago. Es Chago el Cura. ¡Tengamos cuidado! ¡Estemos preparados! SU CARISMA PUEDE QUITARNOS EL SUEÑO. Pero él será bueno. Antes de irse nos hará reir con una BROMA SALPIMENTADA EN PICARESCA.

Su Primo José Luis Álamo Suárez. En el Hierro, pero, aún así, presente aquí en el náutico.