domingo, 15 de mayo de 2011

Pancho Guerra y sus alrededores en la Literatura Canaria del Siglo XX.





Una propuesta didáctica a partir de los Famosos Cuentos de Pepe Monagas de Pancho Guerra, dirigida al alumnado de la asignatura de Lengua y Literatura de Canarias, es el nuevo libro digital de BienMeSabe.org Sirva como aperitivo el texto introductorio de su autor a Monagas somos todos. Enseñanza del español de Canarias a partir de la obra de Pancho Guerra.




La obra de Pancho Guerra camina por Gran Canaria, más que por ningún otro sitio. Concretamente, Las Palmas de Gran Canaria. Pero su estela se extiende, especialmente a partir de infinidad de términos y expresiones -a través de los comportamientos que acompañan esa manera de expresarse-, por todas las islas de Canarias. Consecuentemente con lo que decía, coherentemente a lo que planteaba, la obra de Pancho Guerra irradia desde la isla en que nació y desde la que referenció literariamente, pero su amplio espectro significativo aúna, en buena medida, todas las Canarias.


http://www.bienmesabe.org/noticia/2011/Mayo/pancho-guerra-y-sus-alrededores-en-la-literatura-canaria-del-siglo-xx

Resulta curioso que, siendo la literatura canaria del siglo XX la más amplia cuantitativamente en obras y autores, apenas haya habido opciones estéticas que se pudieran llamar regionalistas, entendido el término como lo significaron los artistas vanguardistas canarios allá por las décadas del veinte y del treinta del recientemente traspasado siglo.

En ningún caso este hecho nos puede llevar a pensar que las estéticas literarias isleñas del siglo XX apenas se hayan parado en su quehacer a reflexionar sobre la identidad y la amplia y compleja realidad que entrañan los habitantes del Archipiélago. Todo lo contrario: si hay algo que vertebra nuestra literatura es precisamente, como tanto ha escrito Eugenio Padorno, el reflexionar sobre la propia identidad. Habría que pensar que el discurso sobre lo propio, sobre lo que han sido, son y podrán ser los canarios tiene multiplicidad de lecturas, por tanto, de opciones artísticas; y, en nuestro caso literario concreto, de maneras de escribir.

Si nos detenemos un poco en lo dicho por la crítica literaria canaria veremos que, mayormente, ya desde las primeras décadas del XX, la diana de alabanza de sus comentarios no apuntaba hacia obras de corte regional. Un crítico tan preocupado por la tradición literaria canaria como Juan Manuel Trujillo revela una opinión claramente negativa sobre el Regionalismo del siglo anterior, es decir, el del XIX canario. Son precisamente ellos, los críticos de la vanguardia, los que instauran una idea totalmente despreciativa, más o menos generalizada, alrededor del Regionalismo. A partir de estos es muy común escuchar todo tipo de comentarios, con todo tipo de argumentos, que minusvaloran esta opción. El interrogante sería si acaso esas razones o sinrazones que se dan como Verdad Suprema sobre la literatura regional responden a un análisis más o menos profundo del asunto; o, simplemente -y utilizando un parecido proceder al que se da cuando se habla de este tipo de textos-, son palabras que se transmiten al modo de la habladuría, al son de los postulados canónicos de la teoría literaria canaria al uso, sin poner mayor atención en el asunto tratado.

Lo regional, por ello, ha sido vilipendiado sistemáticamente con calificativos de menosprecio. Forma parte -dicen- de lo folclórico, de lo costumbrista, de la literatura menor, de lo anecdótico… de todo lo que se aleja de eso que se hace llamar la Alta Cultura. Pero ¿realmente nos hemos adentrado en estos textos? ¿Hemos abierto nuestras herméticas entrañas en algún momento y nos hemos puesto a escuchar su tono y sus transmisiones de todo rango?

Creemos aquí que no. Sorpresivo puede ser para tantos el volver a hacer una lectura de las obras, por ejemplo, de los hermanos Millares Cubas. Asombroso, sin duda, caminar crónica a crónica por Alonso Quesada. Y qué decir de aquel que casi ha sido escondido por su célebre Monagas representado, Pancho Guerra. Hablamos de tres casos paradigmáticos en relación al tema tratado.

Pensar que la tendencia artística llamada Regionalismo, o Costumbrismo, es la única y mejor manera de transmitir la identidad de un pueblo es tan incorrecto como expresar que tal corriente responde a un tipo de literatura insignificante.

De los Millares Cubas se suele decir que tuvieron su importancia en el momento en que escribieron. Poco más. Lo de Alonso Quesada es más sangrante pues, si su obra se considera una de las más significativas en la literatura contemporánea canaria e hispánica, casi que no tiene cabida en esa valoración la faceta de escritor regional y costumbrista capaz de transmitir, de una forma asombrosa, la sociedad grancanaria, más bien urbana, de principios del XX.

La obra de Pancho Guerra, evidentemente, sigue esta estela escritural del Quesada menos atendido. Si, para más inri, se añade la popularidad, por diferentes motivos, de su personaje Pepe Monagas, obtenemos que, al parecer, todo lo que gusta e identifica a la gran mayoría está negado a obtener el aprobado de la crítica literaria de Alta Cultura. ¿Por qué será? ¿Debemos aceptar, pasivos, que esto es así y sólo así? En absoluto.

Lo primero que hay que decir es que la literatura de Pancho Guerra se inserta en uno de los posibles caminos que nuestros escritores han tomado a la hora de llevar a cabo sus obras literarias. Una opción, por tanto. Ni la mejor ni la peor; ni la más fiel a lo canario ni la menos adecuada: una más.

Otra cuestión es el tema de la universalidad o no de esta literatura. La filosofía contemporánea, tan encarnada en la historia y lo histórico, ha ido dejando claro que no existe hecho humano al margen de la concreción circunstancial desde la que emerge. En este sentido, lo regional en literatura vendría a ser algo así como la conciencia evidente y sin ocultamientos de saberse, junto a la individualidad de cada persona, en un cauce que nos acerca a una comunidad de seres humanos relacionados por una historia que perfila una identidad determinada; cambiante, pero con siluetas más o menos concretas. Así, lo regional en literatura sería uno de los máximos ejemplos de conciencia literaria que reconoce su apego a un contexto cultural que, por diferentes motivos, no quiere ser olvidado. Sería a partir de este acto creativo que encarna a su manera una realidad, desde donde debe ser entendida la obra literaria regionalista.

En conclusión: ¿responde el término regional a la realidad que se pretende explicar? Lo digo porque, desde la premisa expuesta anteriormente, no existe literatura que no sea regional si estamos de acuerdo en que, desde un punto de vista filosófico, toda creación es parida desde unas circunstancias personales que se relacionan, evidentemente, con las circunstancias sociales, económicas, geográficas, culturales… de la comunidad a la que se ha pertenecido o se pertenece. El asunto puede ser más complejo en algunos casos concretos, pero no cabe duda de que el resultado literario siempre estará teñido de la concreta circunstancialidad desde la que ha nacido; que es aquella desde la que el autor, por variados motivos, conscientes o inconscientes, ha querido hacer hincapié o dejar ver en sus resultados literarios.

Ya decía que, en la literatura canaria, la obra de Pancho Guerra es una de las más representativas dentro de esta corriente de escritura determinada. Quizás donde más se hayan parado los comentaristas de su obra (sospechosamente no muchos, por cierto) sea en los aspectos lingüísticos, que son altamente significativos. No en vano la autoría de su Contribución al Léxico de Gran Canaria pone sobre la mesa la consciencia que nuestro autor tenía, con todos los matices que se quieran, de la importancia de la expresión lingüística y sus particularidades dialectales en la identidad de una cultura. Y qué decir de todo el arsenal lingüístico que aparece en sus cuentos literarios.


También tenemos en sus escritos una clara conciencia, a partir del lenguaje, de un humor, de un tono y una fraseología propios de Canarias que, al lado de otros aspectos, hacen de su literatura un valiosísimo testimonio de las formas de ser de buena parte de nosotros y nosotras, de ayer y de hoy, en una línea muy similar -ya lo decíamos- al Alonso Quesada de las Crónicas de la ciudad y de la noche. Por tanto, además, son documentos etnográficos de un valor histórico incalculable, pero más cuando se nos presentan todavía en la actualidad como identificativos, en un relativo porcentaje, de esa manera no ya sólo de expresarse, sino también -pues todo va unido- de ser de gran parte de los canarios y de las canarias.

La obra de Pancho Guerra camina por Gran Canaria, más que por ningún otro sitio. Concretamente, Las Palmas de Gran Canaria. Pero su estela se extiende, especialmente a partir de infinidad de términos y expresiones -a través de los comportamientos que acompañan esa manera de expresarse-, por todas las islas de Canarias. Consecuentemente con lo que decía, coherentemente a lo que planteaba, la obra de Pancho Guerra irradia desde la isla en que nació y desde la que referenció literariamente, pero su amplio espectro significativo aúna, en buena medida, todas las Canarias.

La literatura de un autor es un todo. Y lo que escuetamente aquí se ha dicho con anterioridad engloba los valores literarios de la escritura de Pancho Guerra. Rastrear en sus obras es adentrarse, desde la particularidad que encarnan sus textos, en la vida de la comunidad cultural canaria. No la mejor forma; no la peor. Sino una manera diferente. Cercana a unas estéticas; más alejada de otras. Pero tan válida como cualquiera. Otra cosa sería, claro está, la inclinación y el gusto personales de cada uno.


A pesar de que se ha empezado a hacer algo en los actos conmemorativos del primer centenario del nacimiento del autor, la crítica literaria canaria está por descubrir aún la obra de Pancho Guerra. El silencio y la opinión simplista que la rodean son altamente sospechosos. No existe la Obra (la mayúscula no es inocente) que sea reflejo de la totalidad de lo canario. Existen obras (con minúscula) que forman parte del itinerario amplio de la identidad: todas ellas, con mayor o menor acierto, colaboran en el discurso total que más o menos nos identifica. Nada tiene que ver, en principio, la estética de Tomás Morales con la de Juan Jiménez; poco se enlazan, a priori, la de Cairasco de Figueroa y Agustín Espinosa. Pero hay una realidad en sus obras nombrada Canarias que, con conciencia o sin ella, hermana las creaciones de todos ellos. La de Pancho Guerra, diferente también, se hace sonar poco a poco y espera, paciente y socarronamente, a veces tristemente, que se le dé al menos la no poca significación que tiene.

..