sábado, 12 de marzo de 2011

Santa Brígida: Carnaval Vecinal 2011 y los Carnavales de antaño.




El Carnaval Vecinal de Santa Brígida,volvio de la mano de varios colectivos vecinales, culturales, sociales este sábado 12 de marzo.La mayoria de los asistentes disfrazados , los más pequeños disfrutando a tope,ricas tortillas de carnaval en las casetas de las asociaciones que deleitaron a los asistentes,el personal con ganas de baile. La diversión estuvo asegurada, una vez más las asociaciones participantes demostraron que solo hacen falta y ganas para sacar adelante el carnaval.





La proxima cita carnavalera en Santa Brígida es en Llanos de Maria Rivera el viernes 18,sabado 19 y Domingo 20 de la mano de la Asociación de Vecinos El Parral.


LOS CARNAVALES EN LA HISTORIA DE SANTA BRÍGIDA

Pedro Socorro Santana
Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida

Los Carnavales comenzaron a celebrarse en la Isla poco después de la Conquista de Canarias. A finales del siglo XV, Gran Canaria fue repoblándose de gente de distintas nacionalidades. En agosto de 1521, mientras en la Vega vieja se construía una ermita que se pondría bajo la advocación de Santa Brígida, un grupo de genoveses residentes en el Real de Las Palmas, actual ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, fue decisivo en la estructuración del "Carnaval primero", con una procedencia claramente italiana. Aparece por esos días lo que podríamos considerar la "comisión de festejos", ordenando corridas de toros, la colocación de luminarias y el nombramiento de caballeros para que cuidasen de las fiestas. Entre aquellos personajes, cabe destacar a don Bartolomé Cairasco de Figueroa, nacido en una casona de la Alameda capitalina, el 8 de octubre de 1538, sus padres Don Mateo Cairasco procedente de Niza y su madre Doña María de Figueroa, de Gran Canaria, con un enraizamiento italiano que también tendría el padre de los Salvago, que era genovés. Ambos realizaban bailes de disfraces, y con estas celebraciones se le otorga edad y máscara patriarcal a un carnaval más que centenario.
Néstor Álamo, Cronista Oficial de la Ciudad y de la Isla, relata, por su parte, que el 5 de agosto de 1574 las reyertas en un "sarao o farsa de gentes disfrazadas" por disputas familiares dieron como fin un prólogo inquisitorial, en el que se hablaba de “baile de máscaras”. Y el 2 de mayo de 1777 se publicó por Bando en la Ciudad una Real Cédula de S.M. y Señores del Consejo, en representación del Obispo de Placencia, en el que se prohibía todo tipo de celebraciones de esta índole.
La primera referencia de la fiesta de Carnaval en Santa Brígida se halla en el anciano y venerable libro, forrado en piel, de la fábrica parroquial y data de 1602. Hace 407 años. Cuatro siglos. En la memoria de las obras de la nueva parroquia (1583) hecha por el párroco de la misma, el bachiller Melchor Méndez, éste deja constancia de la cajita que compró su sacristán a la imagen de San Sebastián y afirma que “fue por Carnestolendas de 602”.
El Carnaval de antaño se enseñoreaba en la calle y se prolongaba luego a los hogares, donde el olor de las ricas tortillas de carnaval regadas con miel impregnaba toda la casa. Esta costumbre, como la del arroz con leche, es un hábito aún persistente. En la Plaza de la iglesia, área vital y lugar de todas las celebraciones del pueblo, se celebraba como fin de fiestas la tradicional piñata, uno de los actos más célebres del antiguo carnaval satauteño. Allí se congregaba un público extraordinario y mucha chiquillería que recogía los regalos desparramados por el suelo.
Un sencillo espectáculo que tenía lugar en la mañana de domingo, tras la salida de la misa mayor. El reparto de premios resultaba apasionante y constituía un gran motivo de alborozo que nadie quería perderse. En el repaso que hacemos de las actas municipales observamos cómo algún que otro pleno dominical al que debían acudir los munícipes se suspendía por falta de quórum con ocasión de la piñata. El 20 de febrero de 1887, por ejemplo, el alcalde accidental, Juan Domínguez Peñate, se vio obligado a suspender la sesión ordinaria de ese domingo y trataba de justificar la ausencia de ediles “sin duda a causa del tiempo lluvioso que viene reinando, por una parte, y por otra el Carnaval”. El siguiente domingo tampoco se reunieron los munícipes, en esta ocasión con motivo de la “celebración de la histórica piñata”, insistió el Alcalde.
Al amparo de las sábanas blancas y las caretas, algunas máscaras no actuaban con moderada libertad y se pasaban de castaño a oscuro. No faltaban a veces algún desaprensivo que arrojaba alguna pedrada para ajustar algunas cuentas pendientes. Por tal razón no es de extrañar que el Alcalde, José González Hernández, publicara un curioso edicto en el periódico La Legalidad de Las Palmas -el 23 de de enero de 1876. A tal efecto, el primer edil quería poner orden y evitar “los disgustos que pudieran ocasionarse entre las personas que se disfrazan y los vecinos de este municipio”. Asimismo, ordenó al único guardia municipal del pueblo que realizara rondas nocturnas para evitar molestias. Poco caso debieron hacer a la autoridad, pues días más tarde, el también munícipe, José Antonio Ramírez, a la sazón secretario del Juzgado Municipal, escribió una carta, publicada en el periódico La Prensa, el 5 de febrero de ese año, denunciando una nueva gamberrada.


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